Item Descripción Valor

37

Tras unos instantes la botella se abre con un alegre estallido del corcho, la mujer sonríe y, para tu sorpresa, abandona la botella sobre una de las mesas.


- Demos un paseo, querido.- Comienzas a caminar lentamente, con la respetable dama firmemente sujeta a tu brazo. Tienes la sensación de que toda la escena de la botella no era más que una demostración de carácter por parte de una señora más que acostumbrada a hacer lo que le viene en gana, y a que los demás obedezcan sus caprichos.


- Mi nombre es Asunción Casademunt.- La mujer parece decidida a expresar sus confidencias.- ¿Sabe? Es la primera vez que acudo a un evento de este tipo desde que falleció mi marido hace un año. Pero no podía rechazar una invitación a algo tan poco usual como una fiesta en la mismísima mansión Rovira, conozco lo suficiente a Alejo para saber que tiene planeado algo especial para esta noche.


5

Con un rápido movimiento sustituyes la copa del señor Merino por otra llena, tras lo cual su rostro se ilumina y vuelve a parecer dispuesto a hablar.


- Pues una cosa más le diré, todo el mundo cree que el señor Rovira es un huraño, pero la culpa la tiene esa extraña mulata que se trajo de Cuba.- Tu interlocutor hace una pausa y asiente seriamente con la cabeza, intentando revestir de veracidad sus confidencias.- Se habrá fijado ya en los sirvientes, todos tan solemnes, tan eficaces. Pero lo que no todo el mundo sabe es que a su vuelta también le acompañaba una mujer, de piel oscura y ojos tan negros que resulta difícil soportar su mirada.


El señor Merino se detiene, recorrido por un evidente escalofrío. Para tu desgracia, conoces algunas cosas sobre el horror, lo has experimentado de cerca, y puedes interpretar la reacción del funcionario municipal. Es la reacción de alguien que se siente atemorizado sin siquiera saber exactamente el por qué.


- En cualquier caso, mi amigo Alejo es un gran hombre.- El señor Merino intenta recuperar la serenidad bebiendo y riendo a la salud del anfitrión. Vuelve su atención un instante hacia tí y te guiña un ojo, buscando tu complicidad para hacerte una última confesión.- Además de generoso, por supuesto. Yo hago la vista gorda para facilitarle la burocracia y él se asegura de que nunca me falten fondos en los antros de juego ilegal. Como podrá comprobar nuestra amistad está sólidamente cimentada.