Te niegas levantándote de inmediato. Estás a punto de comentar que lo sientes pero no quieres jugar a cosas que puedan descontrolarse cuando tu acompañante se abalanza sobre ti como una fiera. Te apartas a tiempo de esquivar su ataque pero ves que en cuanto se levanta, tira a un lado los pañuelos y el filo de un cuchillo brilla en sus manos. ¿Qué locura es ésta? Se abalanza de nuevo sobre ti pero esta vez agarras su mano mientras forcejeas para evitar el cuchillo. Rodáis en completa desnudez por el suelo. Luchas por tu vida, sintiendo la adrenalina que se dispara en tu cuerpo. 

De pronto la pelea termina tan rápido como empezó.

Te levantas del suelo. Tu acompañante sigue en él, bañándose en su propia sangre. Te das cuenta de que todavía tienes el cuchillo en la mano y lo dejas caer al suelo, intentando comprender que está pasando. La persona que te había traído hasta aquí respira con dificultad mientras la sangre sigue saliendo a borbotones de la herida que tiene en el estómago. Finalmente deja de respirar. Contemplas su cuerpo desnudo, inerte, todavía cubierto con esa estúpida máscara de conejo, intentando asimilar que has matado a una persona. 

En la habitación hay una pequeña pileta. Te lavas las manos y te vistes apresuradamente mientras intentas no pensar en lo que puede estar sucediendo en los otros reservados. 

Antes de salir te quedas mirando nuevamente el cadáver, con su máscara puesta.