No estás de humor para cosas de hadas.
De todos los dedos de tu mano, decides estratégicamente levantar sólo uno en concreto hacia el hada.
El hada pone una expresión de sentirse profundamente ofendida.
Incluso su luz se vuelve un poco encarnada. Y sale volando disparada de ahí.
Las hadas no soportan los malos modales.
Tú te sientes muy satisfecho contigo mismo, pero notas como cosquillas en el rostro. Te tocas la mejilla y ves que tienes como un polvillo brillante. Miras hacia arriba y ves una estela de hada que desaparece entre las hojas de los árboles.
Tras una hora caminando, siguiendo el rastro de los cascos, llegas nuevamente a tu tocón.
¡Maldita sea! ¡Esa hada te ha confundido con su magia y has estado dando vueltas en círculo!
Quizá sea tarde ya para atrapar al ladrón. Quizá sea mejor renunciar al oro y empezar a limpiar la casa.