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Tras unos instantes de confusión en los que incluso se detiene la letanía, los asaltantes recuperan la cordura e inician una encarnizada lucha contra los sirvientes de Rovira.
Aprovechas la confusión para acercarte a los rehenes, pero Zoila Vargas se planta delante de ti, empuñando su daga ensangrentada.
- Maldito entrometido, una vez más te cruzas en nuestros planes. Aunque no temas, cualquier muerte dentro de este lugar servirá como ofrenda. Los cadáveres de cinco enemigos son suficientes para realizar la transferencia de consciencia de un cuerpo anciano a otro joven. ¡Eso incluye tu alma!
La mujer grita enloquecida mientras se abalanza sobre ti.
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Te encuentras de nuevo en el salón principal de la mansión, una impresionante estancia de dos alturas, en forma de óvalo alargado sin líneas rectas. Tres grandes lámparas modernistas cuelgan del alto techo decorado con mosaico. En la parte más alejada puedes ver una gran puerta doble de madera y vidrio coloreado que parece dar a una amplia terraza exterior.
La fiesta se halla en su momento álgido y la totalidad del salón principal bulle de actividad. Grupos de invitados empiezan a colarse por todos los rincones del gran salón, charlando animadamente, bebiendo y riendo. Los sirvientes caribeños se afanan por mantener las mesas y a los invitados bien atendidos, varios de ellos entran y salen del exterior cruzando las amplias puertas de madera.
Compruebas la hora, son las 9 y 15 de la noche y parece que el señor Rovira no tiene planeado hacer acto de presencia por el momento. Decides que no tiene sentido especular a ciegas sobre cuáles pueden ser las intenciones de vuestro anfitrión, por lo que vuelves a centrarte en tus posibles objetivos con la esperanza de averiguar algo más sobre los motivos de esta fiesta.