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Teutoburgo, en el limes germánico, el la provincia de Germania Magna.
Sus bosques son densos una tierra fea machada de pantanos, sus llanuras para el cultivo son escasas, los lobos y los osos, abundantes, y las nieves lo cubren todo durante el invierno. Es una tierra fría y dura para vivir, seguramente por eso los teutones, los queruscos, angrivarios, brúcteros y todas esas tribus de la zona sean igualmente fríos y duros. E incivilizados, sobretodo muy incivilizados.
Ése es nuestro trabajo, traer la civilización a las tierras entre el Rin y el Elba, pacificar a sus gentes belicosas y establecer colonias prósperas que comercien con la metrópolis, la Ciudad Eterna.
Tarde o temprano, éstas gentes serán sometidas y romanizadas, pero por ahora, éste es uno de los peores lugares donde ser un legionario romano, una de las limes más hostiles de Roma.
Llega el otoño, y con él, las legiones XVII, XVIII y XIX, encargadas de mantener la paz en la región, se disponen a marchar hacia el campamento de invierno, más al sur, donde esperarán hasta la primavera, ya que el invierno es demasiado duro como para mantener las tropas movilizadas, y el comercio se detiene, por lo que realmente no hay mucho que defender, salvo a las propias legiones de esos bárbaros incivilizados, indomables y belicosos.
Hace ya dos años que junto a nuestro general y legado Publio Quintilio Varo viaja un joven germánico... querusco, creo, un tal Arminio, criado en Roma, hijo de alguien importante para su gente, según parece. Se supone que debe ayudar a que las tribus reconsideres sus posturas belicosas y acepten el gobierno del emperador Augusto.