La historia comienza de una forma tan anodina que podría llevar a pensar que se trata de una novela costumbrista en la que se retratan los miedos y defectos de la sociedad japonesa. Sin embargo, cada página va llevando al lector, igual que descubre el protagonista, a un mundo mucho más extraño, marcado ya por el terreno de lo fantástico. Los personajes que van apareciendo pasan de semejar a los típicos que se podría encontrar uno en una novela asiática (se comportan..como decirlo “raro”, distinto de una ficción occidental), a criaturas casi fantásticas. Una prueba de ello son las hermanas Kanoo, adivinas, que introducirán al protagonista en el mundo que va descubriendo, Nutmeg la sanadora, e incluso Noboru Wataya, con el que el autor realiza un trabajo impresionante: partiendo de elementos que lo conformarían como un vulgar villano de novela (es un tanto extraño, pervertido y quiere dominar Japón, aunque sea por la vía política), a una criatura ligada al destino de los protagonistas, un obstáculo más que tienen que salvar, y del que solo sabemos lo que nos explican a través de la percepción de los personajes.
En la crónica del pájaro que da cuerda, encontramos una mansión abandonada y marcada por un pasado trágico, adivinas que pueden predecir el curso de los acontecimientos, sanadores y lo más importante, la existencia de dos realidades intimamente relacionadas entre sí.
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