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El gran cuaderno es una obra terrible y cruda. Desarrollada en un ambiente hostil y deshumanizado, los niños se desarrollan de la única forma en la que pueden afrontarlo, crecen como monstruos asentimentales, con su propio código de creencias.

Lo que llega a nuestras manos es su relato, uno que escriben en un cuaderno grande. El requisito para las anotaciones que llegan al cuaderno, es eliminar la parte subjetiva. No pueden exponer sus sensaciones al respecto. Así pues, el lector los recibe todavía más deshumanizados, de una forma alienante, violenta y terrible.

La abuela es un personaje, sucio, avaro y asqueroso; los niños combinan a la perfección la carencia de sentimientos con el entendimiento del deber social, ayudan siempre que pueden y no por el placer psicológico que experimentan.

Cada vuelta de tuerca en la trama sirve sólo para añadir más tensión y oscuridad a una historia que empieza siendo una soberana desgracia desde el principio y acaba siendo igual de abyecto.

A nivel de redacción carece de cualquier tipo de adornos. Una narración rápida, sencilla y efectiva.

Es un libro interesante, crudo y corto —tiene 150 páginas— en las que se muestra el horror de la guerra y de los totalitarismos, la deshumanización, la crueldad, la violencia y el hambre.