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Gaiman es un tío que escribe muy bien y tiene ideas muy bonitas e interesantes. Este libro está muy bien escrito y tiene ideas muy bonitas e interesantes. Este libro es Gaiman, tiene su sello, su marca, como casi todo lo que hace este hombre. Gaiman, diría yo, está un poco contaminado por Gaiman. Algunos lo llamarán estilo, claro; yo, a pesar de declararme fan de Gaiman, lo llamaré encasillamiento.

El caso es que con encasillamiento o sin él, El Libro del Cementerio es una bonita historia planteada de una forma adorable, en la que los juegos de repeticiones, los apelativos, la adjetivación y los personajes contribuyen a crear una atmósfera cuasionírica en la que se desarrollan las aventuras y desventuras del joven Nadie.

Nadie, el chaval que escapa del hombre Jack, crece en el cementerio bajo el cuidado de sus padres, los Owens (Nadie Owens, pues) y de su tutor, el señor Silas (el típico personaje oscuro-guay de Gaiman), que es un personaje a caballo entre el mundo de los vivos y de los muertos, que se puede mover con la misma soltura por ambos.

El libro tiene una buena adjetivación —sobre todo para ser literatura juvenil—, pero sin llegar a resultar sobrecargado, realista o, siquiera, detallista. Proporciona una lectura rápida, cómoda y sencilla y el libro acaba resultando bastante devorable, aunque al principio falle un poco con cierta repetición del esquema a seguir en cada capítulo.

Una buena lectura, divertida y adorable aunque un poco siniestra, como cabe esperar del famoso escritor de Portchester.