La continua mezcla entre las regresiones y las acciones del presente crean movimiento y ayudan a mantener el interés del lector. Aunque un recurso estilístico muy valido la historia no necesitaría de él para que al lector le interesase saber más a cerca de los personajes familiares del pasado o sobre el incierto presente de los personajes del Japón de 1861.
Los pequeños poemas introductorios colocados al comienzo de cada capitulo están muy bien seleccionados, tienen un encanto especial y anticipan de forma sutil los pequeños acontecimientos que le esperan al lector en el capitulo. Los personajes de la novela, aunque desde mi punto de vista son mucho mas interesantes y con un contenido mas sustancioso los del pasado no te dejan indiferente, creando cualquier prototipo de samurai que engancha de esta forma a numerosos lectores. Cuantas con la aparición del líder del clan, un hombre aparentemente sencillo y sin garra, pero que solo camina con pasos cautelosos antes de desenfundar su sable. El familiar ligeramente rebelde que no entiende las decisiones de su líder y lo tacha de pusilánime, pero que al final queda extasiado ante su sabiduría y su conocimiento de la guerra. Las mujeres ofrecen de igual modo un bonito abanico de personalidades, para mi no tienen ningún desperdicio las dos grandes representantes japonesas, la antigua dama del clan, que escribe la historia, y la geisha, que relaja las tardes y noches del atareado señor del presente.
Personalmente, me encantó. Ese ligero toque de fantasia, lo suficiente para darle magia a la narración pero no en exceso, para que no se salga de la ambientacion "realista". En justa medida.
A pesar de que me gustó más en conjunto la primera parte, El puente de otoño es una gran novela.
Quizás, el hecho de que me defraudara el resultado final de su lectura se deba a las grandes expectativas que tenía respecto al desenlace. Aún así, muy recomendable.