Pese al batiburrillo de cosas que promete el argumento, el resultado no es tan malo ni caótico como podría esperarse. Quizá ayude a esa idea el rimbombante nombre que le dan en español a la saga (son varios libros), cuando el título original es un lacónico “Necroscope” que posteriormente sí servirá para referirse a la serie.
El punto de partida es bastante original, ya que toma la guerra fría incluyéndole dos bandos de especialistas con poderes especiales, que podría quedarse en lo típico con las referencias a la telepatía o la precognición, pero que sorprende por esos poderes freaks que el autor incluye como la nigromancia.
El estilo de escritura es bastante ramplón, el autor se limita a contar la historia muy rápido, intentando de vez en cuando incluir alguna descripción algo más florida, especialmente en las escenas algo gore, que también tiene lo suyo. Por suerte, la parte sangrienta es lo suficientemente exagerada y fantasiosa como para que no resulte desagradable en exceso, como podía suceder con Richard Laymon o Shaun Hutson.
Quizá la mejor aportación sea esa visión del vampiro tan extraña, que recuerda más a una criatura lovecraftiana, con una preocupante cantidad de tentáculos y protoplasma, que a los nobles atormentados de otros libros.
En resumen, es una lectura condenadamente divertida, sobre todo si se va sobre aviso de que no es más que literatura de evasión sin más pretensiones.
Para una lectura casual no está mal, pero conforme se avanza en el resto de libros, la historia comienza a irse de madre.