No sé cuándo compré Presa, la verdad. Sé que llevaba «bastante tiempo» entre mis libros pero por unas cosas u otras, al final nunca me decidía a leerlo. Llegó el momento, supongo. Lo cogí con dudas. Siempre me ha gustado el rollo cifi de Crichton, pero desde la última vez que me acerqué a él había llovido mucho, demasiado; y no tenía ni idea de cómo iba a encajarlo ahora. Así que, en cierto modo, abrí la primera página algo temeroso.
Miedo innecesario, Presa ha sido de la mejor narrativa contemporánea que he leído nunca. Es exquisita. Simplemente. A lo largo de sus páginas nos encontramos un ritmo increíble, adictivo desde el principio y en continua aceleración hasta el mismísimo fin; unos personajes muy carismáticos y bien planteados... —sólidos, diría—; una historia de ciencia ficción bien documentada y distintos temas normales tratados con calidad y detalle, como el drama familiar o la situación laboral del protagonista.
El primer capítulo de la obra, en la que nos presentan al protagonista, su situación laboral y psicológica; y a su familia, es fantástico. Absolutamente increíble. ¿Qué tiene de grande, podéis preguntaros? No es más que un drama familia, un drama común, clásico y poco innovador. Es cierto. Todo eso es cierto. No obstante, la presentación de los personajes es rápida y clara. Los personajes no van a tener una importancia tal como para dedicarles 500 páginas a presentarlos, el libro tiene 400 páginas y pronto, muy pronto, conocemos perfectamente a Jack Forman y a su familia. Nos da patrones simples y concisos para reconocerlos; lo cual me parece fantástico porque se ahorra un montón de comentarios insulsos sobre hacia qué lado se hace la raya del pelo. El drama familia destaca, creo yo, por su frialdad y realismo. Pasan cosas, conocemos sólo uno de los puntos de vista y eso nos posiciona en un lado de la balanza. Rápidamente y sin dudar; aun suponiendo que Jack está equivocado —en parte, al menos; esto me pareció evidente desde el principio— tiene toda la razón del mundo para quejarse. La situación es inaceptable. Y punto. Merece una mención especial la evolución de Jack y de su mujer a lo largo de este primer capítulo, con sus discusiones y reconciliaciones; probablemente uno de los pasajes costumbristas que me he encontrado en una obra que no pretenda ser costumbrista en sí misma. Ya desde este mismo momento, se nota una especial atención a insistir en la mutabilidad de las cosas, en lo frágil que es la estabilidad de una situación: todo cambia, incluso los pilares que una persona considera absolutamente firmes.
Este capítulo y el principio del segundo juega, además, con la empatía del lector. Jack Forman se deprime, envolviendo al lector en una espiral fatalista y frustrante que te arrastra con él. Es fácil identificarse con una situación tan, aparentemente, normal. Aunque tratándose de Crichton, y con el aviso sobre sus preocupaciones por la nanotecnología al principio del libro, supongamos, sin temor a equivocarnos, que hay algo más.
No obstante, el segundo capítulo trae algo más consigo. Un absoluto, y contundente como un mazazo, cambio de ritmo. La velocidad de este capítulo y del siguiente —no tanto en el último, creo yo— consiguen crear un efecto inquietante y opresivo, llegando, por momentos, a resultar casi incómodo. La ausencia de anticlímax durante una parte tan extensa, se vuelve un poco infernal, aunque fuerza al lector a seguir leyendo. Yo, que soy más de leer «a poquitos», me sentí ligeramente frustrado con esto; aunque reconozco que se trata de un asunto completamente subjetivo.
El final no me pareció que se mantuviera a la altura. Lo cierto es que desde el primer capítulo es moderadamente fácil suponer qué está pasando y cómo pueden desarrollarse las cosas, aunque el libro sigue resultando, de todos modos, muy entretenido; no obstante, el final carece del brillo, la velocidad y la contundencia del resto del libro. Es apurado —que no rápido— y algo forzado.
El nivel de ciencia ficción es aceptable, interesantemente ficticio pero sin pasarse y con una documentación notable. Presa no intenta ser un ensayo sobre cómo podría ser la ciencia (uno de esos peñazos que tratan la ciencia ficción como se trata un libro de divulgación científica real), pero tampoco deja toda la información de lado. El punto de equilibrio me parece muy apropiado, el vocabulario es correcto y algunas de las ideas están muy bien pensadas. Especialmente, el de aprovechar las propiedades emergentes de los sistemas. Fantástico.
La traducción, a cargo de Carlos Millá Soler, tiene cosas que no me gustan y que me hacen chirriar los dientes. Destaco que cuando mete a una chica inconsciente —o herida, no me acuerdo bien— en la sala estanca, dice que «la entra» en la sala. Además, parece que cada vez que aparece un «fucking» algo, es «jodido» —una traducción que me enseñaron a odiar a base de 62400 repeticiones... en serio—. Por otra parte, gracias a este libro descubrí que la RAE recomienda «cabrestante» en lugar del más común —creo yo— «cabestrante», que, además, mantiene con más lógica la etimología de la palabra. Cualquiera de los traductores que me leen podrían decir mucho más si en algún momento lo leen, estoy seguro de ello. No obstante, no hay frases inconclusas o sin sentido como me he encontrado en otros libros.
Ratatataataaaaa
Nota.