En este libro se reunen una serie de relatos cortos, basados en leyendas españolas, y algunos de creación propia, basados en los relatos hindúes, de moda en aquella época.
Son todo leyendas, muchas con toques rómanticos, nada de capa y espada. Muchas veces los protagonistas no pueden hacer nada más que contemplar o dejarse llevar por lo que ocurre, a veces con un ligero toque macabro.
La mayoría de las historias son fáciles y agradables de leer, y es una buena fuente de leyendas para trasfondo, o para ideas a desarrollar. La verdad es que despues de leerlo, me dí cuenta de que el frikismo no es invento del siglo XX.
A riesgo de ganarme la enemistad de todos los umbrianos con espíritu romántico, a mí Bécquer me parece de lo más ñoño del Romántico.
Empezaré por decir que a mí los románticos, por lo general, me aburren bastante. Ahora todo el mundo odia a los emos, y no dejan de ser románticos del siglo XXI, aunque con menos estilo, no lo negaré. No obstante, el Romanticismo en sí tampoco es malo, existen autores románticos con algo más de caché —a mi gusto— que Bécquer. Personalmente, el empalago de Don Juan Tenorio de Zorrilla me desagrada bastante menos que el de las Rimas de Bécquer. Realmente recupera cierto ambiente antiguo y oscuro, el miedo a los demonios y los fantasmas escondidos en las sombras que deja la cambiante y misteriosa luna, el importantísimo tema del honor del padre (don Gonzalo), el canto a la libertad —¿o el libertinaje?— en las figuras de los, valga la expresión, donjuanes, don Luis Mejía y don Juan Tenorio. Siendo romántico, y como tal, exagerado y por definición ñoño, cumple los cánones de la estética del momento con algo más de seriedad que las pastelosísimas Rimas de Bécquer.
Y pasando a Bécquer... Bueno, distingamos entre Rimas y Leyendas. Por un lado, las Leyendas no me terminaron de desagradar, dejémoslo ahí, pues no dejan de imprimir un espíritu romántico algo más serio, que evoca bastante más la búsqueda de las raíces, del ambiente medieval, de ese miedo que los románticos buscaban plasmar en sus obras porque parecía hacerles sentir chachi piruli. Aún así, me parecen algo flojillas. Las Rimas, simplemente las encuentro adecuadas para cualquier niño de 13 años, pero no para un hombre hecho y derecho como se supone que debería haber sido Gustavo Adolfo. De hecho, las poesías empalagosas que leen los niños de 13 años a sus novias son todas de Bécquer. A mí no me dejan ver más que un hombre inmaduro, excesivamente hipersensible, y adicto a las metáforas más negramente dulzonas que puedan inventarse.
De entre todos los románticos, sintiéndolo mucho, Bécquer es para mí el epítome de lo más ñoño y vacío que los románticos pudieron llorar sobre el papel.
Mi poeta favorito... leíamos sus leyendas en clase de Lengua y Literatura y ahí empezó mi amor por él.