Aunque Las huellas del poeta eran la última aventura de Sherlock Holmes, esta nueva incursión viene a llenar los huecos de lo que había sucedido en la anterior y de paso, dar un epílogo a esta. El resultado es en todo caso, innecesario: partiendo de aquel presunto rito que Crowley llevó a cabo en la costa portuguesa (que era nada menos que para invocar un antiguo), el resto del libro se dedica a contar las desventuras de Kent tras ayudar a Holmes en Las huellas del poeta, su regreso, y la aparición de Shamael Adamson, un personaje recurrente y un poco deus ex machina cuyos orígenes se ven desvelados finalmente. Lo cierto es que fuera de establecer relaciones con los Mitos de Cthulhu con todas las cosas raras que pasaron en otro siglo, y añadir más párrafos acerca de la búsqueda del Necronomicon y los ocultistas que intentan hacerse con él, e incluso capítulos dedicados a las entidades que pululan ya por la tierra intentando acabar con la humanidad (se agradece el esfuerzo de intentar meterse en el pellejo de un antiguo, pero gracias, ya sabíamos que no nos desean nada bueno), no aporta ninguna cosa nueva, y la única ventaja es de nuevo, la velocidad de lectura (unas dos horas) y el ser un libro de entretenimiento.
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