LA PREMISA.
El pastiche es una técnica literaria que, a grandes rasgos, consiste en la reutilización de personajes, ambientaciones o estilos ya existentes en la tradición literaria en nuevas obras. Aquí se abre un conjunto amplísimo bajo cuyo alero entran directa o parcialmente casos como los libros de caballería, los sucesivos lazarillos o las continuaciones apócrifas de la Celestina del siglo XV en adelante, las parodias de textos grecolatinos en la Europa medieval, o, más actualmente, una buena parte del fan-fiction o, ya en los cómics, los doujinshi o los crossover. Como se ve, el pastiche no es un mecanismo privativo de la literatura, sino que ha alcanzado cotas de bastante altura en el cómic (La liga de los hombres extraordinarios no deja de ser un pastiche abrumador) o en el cine (Un cadáver a los postres es un pastiche en clave paródica de la literatura de misterio).
Así las cosas, queda por ver si el pastiche funciona sólo en tanto que recolección y “reciclaje” de elementos ya existentes y que funcionan bien en sus respectivas obras de origen o, en cambio, como una creación original que trata de cambiar nuestra perspectiva y apreciación de tales elementos. En mi opinión, el mayor potencial del pastiche se encuentra en este último camino. En cambio, el hecho de que los lectores ya conozcan de antemano dichos elementos -y, en muchos casos, sean auténticos fanáticos de ellos- hace muy difícil evitar el primer caso. Y así, un mal pastiche se suele caracterizar por recrear, sin mucha gracia, a los personajes de otras obras; en repetir sus bromas y manierismos hasta la saciedad, y en basar todo su potencial narrativo en la simple presencia del personaje.
Mucho de eso hay en Sombras sobre Baker Street, una antología de relatos basadas en una premisa común: la fusión de elementos de los mitos de Cthulhu y de las aventuras de Sherlock Holmes. Al respecto, ambas “franquicias” son de las más utilizadas en el pastiche actual, que ha llenado estantes y estantes de literatura holmesiana o lovecraftiana una vez ya inactivos los padres, británico y americano, de cada una de ellas. El trasvase no es original: ya se ha usado en otras novelas (en castellano tenemos las no demasiado espectaculares de Rodolfo Martínez, por ejemplo), y probablemente ello se debe a su, en principio, enorme fuerza tanto comercial -ambos “mundos literarios” tienen legiones de seguidores- como narrativa -oponer al campeón del racionalismo y el poder deductivo los horrores inenarrables y la irracionalidad de los mitos-.
DESAPROVECHADAS POSIBILIDADES "PASTICHERAS".
Entre los 17 cuentos antologados en Sombras sobre Baker Street hay un relato muy bueno, un par de relatos buenos y una gran mayoría de relatos cuya mediocridad se ve acentuada por el hecho de que no hay demasiada variación entre ellos, conformando un conjunto bastante monótono y predecible de narraciones estructuralmente idénticas. Digamos que esto es debido a que, en las posibilidades “pasticheras” del crossover Holmes-Mitos hay un camino muy evidente y trillado, y que es el que usan la mayoría de los relatos. Los mejores relatos de la antología, en cambio, se alejan de ese camino y experimentan otras fórmulas, lo que permite hallazgos que revitalizan el interés del lector y el valor de los personajes introducidos, rescatándolos del lastre de su inmensa popularidad.
Pero volvamos al camino “estándar”, ése que dócilmente siguen las narraciones que he clasificado como poco innovadoras. Todas tienen un par de rasgos comunes. En primer lugar, suelen basarse en la deificación del personaje de Holmes, protagonista absoluto. La admiración que los autores sienten por sus capacidades deductivas se exacerba al máximo, y el lector tiene a veces la triste impresión de estar asistiendo a una hagiografía del personaje y no a un relato serio y adulto, capaz de enfrentarse a las contradicciones de Holmes (o de generarlas). A ello contribuye la repetición abusiva de mecanismos que ya se encuentran en la obra de Conan Doyle, y que, por ser vastamente conocidos, han perdido toda capacidad de asombro: me refiero, por ejemplo, a las habituales escenas en las que Holmes, partiendo de un primer vistazo a su cliente potencial, logra establecer cadenas deductivas cuyas conclusiones causan la estupefacción de los presentes hasta que los eslabones de la deducción son desgranados por el detective. Estas escenas están presentes en la gran mayoría de los relatos, y, evidentemente no ayudan nada a la caracterización de un personaje ya excesivamente caracterizado: nos cuentan lo que ya sabíamos, sin aportar nada nuevo.
En segundo lugar, está la naturaleza propiamente dicha del “encontronazo” entre Holmes y la realidad aterradora de los Mitos. Como ya dije, la premisa narrativa era la contraposición entre el universo estrictamente racionalista y optimista -la capacidad deductiva del hombre le permite solventar cualquier problema- de Holmes y el universo irracional y desesperanzador de los Mitos -donde el hombre, lejos de ser un ser activo y capaz, es una marioneta cuya única posibilidad de conocimiento es precisamente darse cuenta de su condición de marioneta, lo que lleva a la muerte o la locura-.
Dicho esto, el camino principal a la hora de resolver este “choque” de universos es, en realidad, muy poco original. Ya dije al principio de esta reseña que un buen pastiche procura experimentar con los elementos originales de los que parte, mientras que un mal pastiche se siente más seguro andando por caminos y estructuras ya transitadas, sin variar demasiado los esquemas y mecanismos de los textos originales, que toma por tanto prestados. Esto último es, para nuestra desgracia, lo que sucede en la mayoría de los relatos de Sombras sobre Baker Street. La estructura narrativa es muy tradicional, siguiendo los esquemas de presentación de caso, descripción del problema, deducciones correctas y rápida resolución. El único cambio es el de que, en este caso, el problema es de índole sobrenatural en lugar de criminal, pero eso no supone ningún revulsivo excesivo en el esquema tradicional, ni en la caracterización de los personajes. El choque entre universos es, en la mayoría de los relatos, resuelto de una manera muy, muy suave. En algún momento del relato, una vez presentado el problema, Holmes declara a Watson que durante años han creído que no existían cosas fuera del alcance del conocimiento del hombre; sin embargo, -aclarará el detective- no es así. Esto lo sabe Holmes porque, o bien ha oído ya rumores al respecto -o ha leído el Necronomicón, por ejemplo-, o bien porque la propia cadena de sus deducciones conduce inexorablemente a esa explicación, y, por tanto, ha de ser aceptada como real. En otras palabras; se racionaliza lo irracional. Por decirlo así, el universo ordenado de Holmes acaba por “destruir” el potencial opresivo y aterrador de los Mitos al absorberlo.
La existencia de elementos “más allá de lo racional” (Dioses, primigenios, fuerzas oscuras y primitivas) tienen un impacto muy minimizado en los personajes, y Holmes suele acabar los relatos con un grado de éxito variable, llegando a las conclusiones acertadas y frustrando los planes de los insanos cultistas o temibles deidades a las que se enfrenta.
Por tanto, y en resumen, en la mayoría de los relatos partimos de un esquema completamente tradicional -para lo que es un relato holmesiano-, que no aporta nada nuevo, seguimos con una deificación casi fanática del protagonista -que impide la profundización necesaria en Holmes que muestre eficazmente los efectos de la aparición de los Mitos en la mente ordenada del detective-, y finalizamos con un clímax que enfrenta ambos universos de una manera superficial y desprovista de conflicto, casi siempre a costa de minimizar el universo lovecraftiano hasta que el holmesiano puede asumirlo sin mayores sobresaltos.
Dentro de esta mayoría de relatos, evidentemente, hay unos mejor escritos que otros, e incluso algunos tienen elementos originales en mayor o menor medida. Si, para el propósito de esta crítica, los estoy agrupando en un conjunto es porque creo que es mayor lo que les une -para mal- que lo que les separa -para bien-, pero es evidente que cualquier lector sabrá encontrar -y quizá apreciar- las diferencias que hay entre unos y otros.
POR QUÉ MOLA NEIL GAIMAN.
Hay, en cambio, un relato (Estudio en esmeralda) que se aparta del camino que acabo de esbozar. Ocupa -supongo que no casualmente- el primer lugar en la antología y es obra del que probablemente sea el más “popular” de los autores antologados: Neil Gaiman. El celebérrimo autor de Sandman se tomó en serio la entidad del pastiche y supo, en mi opinión, exprimir bien las contradicciones entre ambos universos para lograr un relato más que notable. [A continuación, en spoiler, voy a hablar del relato desvelando datos claves de su argumento. Aviso que es un relato que merece la pena haber leído sin conocer su final, y además está disponible en internet gratuita y legalmente gracias a Primeras Páginas de La Casa del Libro. Pero si uno maneja bien el inglés, es muy recomendable el original, en forma de periódico victoriano, colgado de la página del propio Gaiman]
Spoiler (marca el texto para leerlo):
OTROS RELATOS INTERESANTES Y PROPUESTAS DE FUTURO.
Aparte de Estudio en esmeralda, al menos dos o tres relatos merecen ser separados de la gran mayoría de relatos que he mencionado. En primer lugar, ¡Un tigre! ¡Un tigre!, de Elizabeth Bear es una narración en la que, aunque no aparezca Holmes en ningún momento (la protagonista es, en cambio, la inteligente Irene Adler), se mantiene constante el interés del lector. La ambientación es lo más conseguido del relato, al situar la acción en un Afganistán entre el mito y la realidad, y la atmósfera de inminente peligro está resuelta con mucha mayor eficacia que en la media de relatos del libro. También en Afganistán sucede Las máscaras sollozantes, de James Lowder, relato en el que tampoco aparece Holmes y es Watson en que rememora un suceso extraño ocurrido en su tiempo de servicio en el ejército. A una descripción bastante cruda y honesta de los rigores de la guerra y al eficaz recurso al miedo europeo por las culturas orientales se une una narración bien dosificada y relatada con maestría. Por último, aunque mucho más convencional que los dos ejemplos anteriores, El terror de múltiples rostros, de Tim Lebbon tiene entre sus virtudes ofrecer un tono algo más oscuro que el resto de relatos de su tipo y el poseer un comienzo inusualmente poderoso, si bien el ritmo va declinando hacia el final de la narración.
Como vemos, los relatos de mayor interés son los que se arriesgan a explorar perspectivas distintas de la mayoritaria en esta mezcla de “universos” o los que se dedican a construir una narración coherente desde cero, sin apoyarse en exceso en los esquemas tomados de Lovecraft o de Conan Doyle. Cabe pensar que el encuentro entre los Mitos y Holmes puede ser descrita de maneras algo más arriesgadas, que se atrevan por ejemplo a afectar realmente al personaje del detective. Un choque con las fuerzas de la irracionalidad, ¿no debería suponer un golpe devastador para el campeón de la deducción? ¿Por qué no mostrar, pues, a un Holmes en conflicto, en lugar de al sosegado e invencible detective de siempre? Un relato que se atreviera a mostrarnos a un Holmes sin recursos que afronta la locura o la destrucción sería sin duda muy interesante. Otro en el que Holmes se refugiara en la negación y en el recurso a sus esquemas deductivos tradicionales -inútiles frente a los mitos- también exploraría otro camino novedoso. Del mismo modo, un Holmes corrompido por los anhelos de conocimiento absoluto que muestran muchos de los enloquecidos antihéroes lovecraftianos constituiría, quizá, otra vuelta de tuerca adecuada para el pastiche. Evidentemente, un personaje rico en matices como el Holmes cocainómano con largos periodos de inactividad, con su misoginia galopante y su incapacidad para las relaciones sociales, debería tomarse, trasplantado a un mundo que revela sin duda las fallas y los miedos de ser hombre -de ser sólo un hombre en un mundo gobernado por fuerzas incontestables y secretas- como un ser conflictivo en cuyas debilidades y contradicciones se resume, sin duda, todo el potencial que puede desplegar un pastiche de estas características.
Jo, que deja vu a Estudio en escarlata, y no solo me ha despertado la nostalgia a Sherlock Holmes sino que encima ha integrado a Lovecraft en la historia.
Esto no es una critica... es el apocalipsis!!
No sé como serán el resto, pero el relato de Gaiman definitivamente es muy bueno.
Spoiler (marca el texto para leerlo):
El resto, ni lo he leído ni creo que lo lea... Confío en tu criterio y la verdad es que me resulta fácil imaginármelo...