Libros

Con Pérez Reverte tengo una historia de amor-odio por su literatura. Por un lado pico en todos: me he leído casi todo lo que ha editado este hombre y debe ser que me gusta porque, de lo contrario, no comprendo porque una y otra vez vuelvo a sorprenderme con un libro suyo en las manos. Y sin embargo no me acaba de convencer. ¿Por qué? En la mayoría de sus libros encuentro una historia interesante y un nudo bien desarrolado, pero los desenlaces suelen dejarme frío. Tengo la sensación, a veces, que el autor no sabe como acabar y termina en muchas ocasiones de forma más abrupta de lo deseada. Aparte de eso está el tema recurrente hasta el aburrimiento: lo caínitas que somos los españoles, que gobernantes tan ruines y que pueblo tan ignorante pero valiente y recio. Creo que ese argumento lo exhibe como bandera personal en casi todas sus novelas, junto con el clásico personaje pasado de todo pero de una nobleza oculta y un honor intachable. Tópicos repetidos en sus obras abundan a paladas. Y sin embargo su narrativa me engancha bastante, me cautiva hasta cuando no estoy de acuerdo. También debemos añadir, por supuesto, que este hombre se documenta a fondo. Donde otros simplemente esbozan él te da toda la información (y más que hubiera). Así que como decía mi padre: una de cal y una de arena, por sus defectos perdónadlos por sus virtudes adóradlos.

Pero vamos al libro en cuestión... Un día de cólera es un trazado de lo que sucedió aquel dos de mayo en Madrid cuando tanto los franceses como los españoles decidieron solucionar sus problemas con sables y navajas. Pero va más allá de un mero esquema de lo sucedido. Reverte baja a pie de calle y nos narra la lucha puerta por puerta, con nombres y apellidos, de forma que la muerte de tanta gente llega a impresionarte. No son números ni estadísticas, son personas reales que tienen una vida y una motivación (o una falta de ella) y que luchan con más o menos razón. Por otro tenemos a los mandos militares y la situación de la época descrita con nitidez, incluyendo las tácticas (o la falta de ellas nuevamente) de las que hicieron uso uno u otro bando.

¿Recomendable? Sí. Yo creo que merece la pena su lectura. Se hace ameno e interesante. En este caso Reverte no puede defraudarme con un final que no me convenzca porque la historia ya tenía uno escrito. O más bien tenía un principio, porque Madrid fue el principio de un levantamiento nacional. De hecho es una parte de la historia que tenía un poco olvidada (sácame a Curro Jimenez y ya está todo lo que sabía yo del lenvantamiento contra los franceses) y ahora gracias a este libro estoy dispuesto a indagar un poco más.

¿Y la parte mala? Aunque en un principio el listado de nombres sirve para ubicarte y darle un cuerpo a esos luchadores anónimos llega un momento en el que se hace excesivo. Pasada la mitad del libro me descubrí saltando párrafos enteros en cuanto venía una nueva retahíla de nombres y apellidos. Que sí, que fueron bravos y merecen todos el recuerdo, pero ya era innecesario seguir el listado. Lo malo de esto es que a veces tenías que tener cuidado porque en medio de los saltos había alguna descripción importante o hecho curioso. Aparte de repetir los nombres el problema es que una vez un francés cae del caballo y lo deguellan esa descripción pierde interés. Leerla veinte veces más en el texto creo que no aporta nada. Por mi parte se podría haber reducido considerablemente el libro (que tampoco es tan grande, que conste) si en el momento de las reiteraciones se hubiera aplicado el resumen. Pero bueno... quizás eso hiciera que el texto perdiera contundencia o continuidad. Es una opinión personal y no una crítica literaria sesuda.

Por lo demás cuando leía tanto nombre seguido recordé una entrevista de Reverte en la que con su pedantería habitual (sí, lo siento fans de Reverte pero su tono  roza la pedantería en muchas ocasiones) decía que él podría presentar la guía de teléfonos en su editorial y se la publicarían solo por tener su firma. Pues casi nos la ha colado :D

Resumiendo: lo recomiendo pero tampoco me ha entusiasmado. Como me suele pasar con Reverte...