He descubierto su existencia después de ver el Napoleón de Ridley Scott (de la cual te invito a leer mi crítica) y se ha convertido rápidamente en una de mis nuevas películas favoritas, una obsesión. Un logro colosal del cine
mudo y del cine en general.
Es cierto que merece la pena hacer los deberes y documentarse un poco antes de zambullirse en ella: Creo que es necesario que estés algo familiarizado con el cine mudo de la época para situarla en su contexto y apreciar sus logros, y se recomienda que estés también informado de quién es Napoleón y qué pasó en la Revolución Francesa para que puedas disfrutar mejor de ciertos hilos de la trama.
Sin embargo lo importante no es tanto eso sino la pura poesía visual de los momentos más álgidos, la experiencia tan solo comparable a otros hitos como “2001: Odisea del Espacio”, “Apocalypse Now” o “El árbol de la vida”.
Empieza a verla sin más. Si te atrapan los quince minutos iniciales, seguramente te interesará ver el resto.
DURACIÓN
Es una película muy larga. La versión que me he visto yo, que es la que está actualmente en Filmin, dura 330 minutos (5 horas y media). Está dividida en 4 actos que marcan cómodos intermedios que te permiten verla fácilmente en varias sentadas, y la restauración tiene una calidad excelente. Actualmente se está trabajando en una versión más larga y con otra música que prevé estrenarse en 2024 y que ronda las 7 horas.
¿Pero cuánto duraba esta película cuando se estrenó originalmente en 1927?
En realidad en su primer estreno "apenas" llegaba a las 4 horas. Abel Gance se dio cuenta de que no era práctico estrenar todo el material que había grabado ante un gran público general, así que esta primera versión se trataba en realidad de un “Lo mejor de”, con sus escenas favoritas: La pelea de nieve, la Marsellesa (repartiendo la letra de la canción entre el público para que la cantara y participara activamente de la proyección), la tormenta en el mar, la batalla de Toulon, y por supuesto ese finalazo con el tríptico a colores.
La segunda versión que se estrenó unos meses después sí que la tildaba Gance de “definitiva”, y duraba ¡9 horas! Esta versión, que no se conserva, sería seguramente la más completa, y sin embargo tenía carencias respecto a la anterior: Estaba sin tintar, y la escena del tríptico no era tal porque solo se veía el panel de en medio.
Muchas décadas y muchísimas versiones después (incluyendo algunas con un doblaje de voz y todo), tenemos la versión actual de 5 horas y media, que es el punto intermedio entre las dos versiones iniciales con lo mejor de ambos mundos, y estoy muy contento de haberla podido ver así.
CONTENIDO
Para manejar tus expectativas debes saber que, a pesar de su duración, aquí no se cuenta la totalidad de la vida de Napoleón.
Tan solo cubre sus primeros años: Su infancia, el comienzo de su carrera militar dentro del contexto de la Revolución Francesa (con partes que parecen más una biografía de Robespierre especialmente en el Acto 3), la batalla de Toulon y el romance con Josephine, con quien se casa cerca del final del metraje, y terminando con una espectacular secuencia donde vemos a Napoleón comandando un ejército que está por fin abandonando Francia y dando comienzo a sus célebres campañas internacionales, pero la narrativa apenas se queda a las puertas de su paso por los Alpes.
Lo que he mencionado hasta ahora y las cosas que pasan entre medias, es todo cuanto incluye la extensísima duración de esta película. Nos quedamos sin ver sus momentos más icónicos, que el director hubiera querido cubrir en futuras continuaciones que no llegaron a realizarse. Así, no veremos cómo le nombran Emperador, su logro militar de Austerliz, su trágica campaña rusa que daría para toda una película ella sola, y mucho menos su destierro a Elba, su Waterloo ni su Santa Helena.
Gance quería hacer un total de 6 películas cubriendo toda la vida de este personaje, pero pronto se dio cuenta de que un proyecto tan colosal era imposible. Yo creo que el producto final no representa la primera de esas 6 películas sino dos de ellas.
ANÁLISIS
Pasemos a analizar los cuatro actos de esta película.
El primer acto es el más largo (2 horas). También es el más completo, una película en sí misma que contiene los mejores hallazgos de la totalidad de esta superproducción, con permiso de la batalla de Toulon en el acto 2 y del tríptico del acto 4.
Todo empieza con su infancia, donde se toma muy en serio un juego de lanzarse bolas de nieve por equipos. El montaje del clímax de
esta escena es algo muy especial. La noche después del juego, vemos
su accidentada relación con el resto de sus compañeros y con la
figura del águila, que le seguirá durante el resto de esta historia
en sus momentos más triunfantes.
Después de una elipsis temporal, nos olvidamos de Napoleón para ver una versión romantizada de la creación de la Marsellesa. Como dijo Kevin Brownlow, notable restaurador de cine obsesionado con esta cinta, es realmente audaz que el momento álgido de una película muda esté centrado en una canción.
Tras esto, tenemos las primeras pinceladas de un Napoleón adulto que vive la Revolución desde la ventana de su apartamento en París, tintado de rojo.
La pelea de las bolas de nieve, la Marsellesa y el apartamento en rojo son tres secuencias excelentes, desembocando cada una en un clímax donde el editor se vuelve loco, llevando a su máximo límite los cortes rápidos normalmente asociados a los soviéticos. Mágico. Y esto es solo la primera hora de la película.
La segunda hora te cuenta una aventura completa: La visita de Napoleón a su familia en Córcega, donde decide ahí mismo enfrentarse como individuo a los que pretenden que la isla deje de ser francesa, y se ve obligado a huir primero a caballo y luego por mar.
Las partes más calmadas y
familiares de esta visita me recuerdan a Michael Corleone visitando
Sicilia en “El Padrino” (1972), lo cual creo que no es casualidad porque tanto Francis Ford Coppola como su padre Carmine son muy fans de esta película, y de hecho “Apocalypse Now” (1979) intenta y consigue imitar el tono de los mejores momentos de este producto, donde prima lo lírico y sensorial sobre el argumento.
Tras la calma llega la
tempestad (en este caso no tardará en volverse literal). Napoleón roba la bandera de Francia a los ingleses proclamando que no se la merecen, se ve envuelto en una moderna persecución donde el loco del director ató la cámara a uno de los caballos, se hace a la mar huyendo de sus perseguidores y utilizando la bandera de vela, y llega otra de las escenas más celebradas: La tormenta en medio del océano corso que hace paralelismos con las discusiones revolucionaras que están sucediendo en la convención París, segmento inspirado por un
comentario del novelista Victor Hugo que dijo algo en las líneas de
que ser parte de la Revolución era estar a merced de las rugientes
olas del mar.
Cuando por fin le rescatan sus hermanos y llega el primer intermedio, estás exhausto y te da la sensación de haber visto ya una película completa. No te crees que aún queden tres horas y media más.
El segundo acto es la mitad de largo y está más centrado en una sola cosa: La batalla de Toulon y todo lo que la precede. Al menos tras una corta escena sobre la muerte de Marat que yo personalmente creo que no aporta nada.
La batalla en sí es realmente épica, un gran clímax de todo lo que se venía construyendo desde el acto uno, no tan rompedora a nivel formal, pero muy emocionante y emotiva. “¿Cuántos años tenía
el otro tamborilero cuando murió?” “Trece” “¡Entonces me quedan
siete años para vivir!”. La batalla se sucede durante tres noches entre lluvia y fango, evocándome recuerdos del Abismo de Helm en “Las dos torres” (2002) o la igualmente embarrada escaramuza del “Henry V” de Kenneth Branagh (1989), y cuando inevitablemente mueren todos los tamborileros, el granizo los reemplaza retumbando en los cueros y animando a las tropas, ¡qué gran hallazgo!
Cuando se encuentran a Napoleón dormido exhausto sobre uno de los tambores y todos celebran la victoria bajo la sombra del águila, una cartela no indica que este es el “Final de la Primera Época”.
Mi teoría es que éste era el final previsto de la primera de las 6 películas que quería hacer el director. Los actos 3 y 4 que vienen a continuación son, creo yo, la segunda película que se planeaba para esta hexalogía, o al menos parte de ella, ya que quizá ni siquiera llegó a filmar todo lo que quería de esta “Segunda Época”. Quizá quería incluir paso por los Alpes o terminar en Egipto, vete a
saber.
En todo caso me temo que el tercer acto es un bajón de calidad, no como para estropear el conjunto ya que es entretenido ver cómo se mueven los engranajes de la revolución, y está todo contado y mostrado de forma correcta y visualmente placentera, pero no llega a las cotas de excelencia de los mejores momentos de los dos anteriores actos.
Trata de cómo Robespierre y Saint Just (éste último interpretado por el propio Gance, por lo que debía ser importante para él) se vuelven locos guillotinando a enemigos y amigos hasta que por fin el pueblo se cansa y acaba con ellos. Especial mención a la estantería con los archivos de todos los condenados, que es tan alta que requiere subirse a unas cuerdas.
Como trama secundaria, vemos la vida de Josephine, que es encarcelada y se salva porque a los archivistas les da por comerse los papeles que la inculpan. A la salida, en un Baile de las Víctimas donde toda Francia está deshinibida, empieza a flirtrear con Napoléon hasta el punto de que termina casándose con él.
La trama terciaria, en paralelo y con menos peso, es Napoleón intentando que tomen en serio sus planes para invadir Italia, tan absorto en ello que llega tarde a su propia boda.
El cuarto acto vuelve a subir el listón. Es el más breve, ya que solo comprende los
últimos 40 ó 45 minutos de la versión que yo me vi, y de ello los
últimos 20 minutos son la famosa escena del tríptico.
¿Qué es eso del tríptico?
Imagínate estar viendo toda la película en el cine, con una orquesta en directo, en una gran pantalla cuadrada (4:3), y tras cinco horas de película de repente se abren unas cortinas negras desvelando dos pantallas más, una a cada lado de la principal, que triplican el campo de visión del ejército que te están mostrando. Es el Cinemascope, el Cinerama, décadas antes de que se inventasen tales cosas. En la tele de tu casa el efecto no es tan espectacular, porque la imagen forzosamente tiene que reducirse para que podamos ver las tres pantallas contiguas. Pero te permite imaginar cómo sería ver algo así en directo. El efecto es tan ambicioso para la época que no consigue ser perfecto, y se notan las costuras entre las tres imágenes, que no consiguen alinearse con exactitud y tienen dos extrañas líneas verticales que las separan y que el director no supo encontrar la forma de disimular. Con todo, según avanza la secuencia, consigue un ingenioso modo de sacarle partido a esta imperfección, y es que deja de mostrar simplemente imágenes panorámicas y empieza a enseñarte imágenes distintas en cada uno de los tres paneles, cosas que suceden a la vez desde distintos ángulos, y cosas que solo están en la cabeza de los personajes, desembocando en un auténtico video-arte que te resume la experiencia que has tenido hasta ahora y lo que estaría por venir, culminando con la mejor idea de todas para esta pieza propagandística: Tintar el panel izquierdo de rojo y el derecho de azul dejando el central en blanco, para simular la bandera francesa.
Fin.