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Annette

Drama Musical Romance
Por Albos

Henry, un sarcástico humorista, y Ann, una famosa cantante de ópera, son una pareja extraña y querida; pero el nacimiento de su hija, Annette, cambiará muchas cosas.

Lo divino y lo mundano

La última película de Leos Carax, director francés del que no he visto ningún otro trabajo, pero ahora tengo ganas de hacerlo, es un drama romántico algo oscuro, sustentado sobre los hombros de la pareja protagonista, interpretados por Adam Driver y Marion Cotillard. A priori los actores no pegan mucho juntos, y la película lo aprovecha también para reforzar esa dualidad de los mundos que los separan: el del arte merecedor de consideración y el del que no. La diosa y el bruto. La bella y la bestia.

Y es que hay algo salvaje en Henry, y no me refiero a los extraños y desproporcionados rasgos del rostro y físico de  Driver, que fue magníficamente elegido, en mi opinión, porque, es un hombre que desborda talento. Henry es un humorista polémico, cínico y algo descarnado; tiene un humor oscuro, pero no es solo el humor, es su forma de afrontar la vida, como una constante lucha por no caer en el abismo al que mira, y al que destaca mirar, en repetidas ocasiones. Y hay algo terriblemente delicado en esa Cotillard casi etérea que examina el mundo desde la tribuna de sus ojos azules mientras come manzanas. Ann, como Atenea, la ojizarca.

Puede ser una pareja de actores extraña para llevar un romance, típico, a la pantalla, pero qué bien seleccionados han sido ambos para lo que Carax quería hacer. Es especialmente curioso porque Cotillard llegó a la película de rebote tras tener que posponer el rodaje repetidas ocasiones y por un problema de agenda de Michelle Williams.

Ópera rock bien engalanada

Pero no debemos olvidar que nos encontramos ante un musical, una ópera rock compuesta por el grupo Sparks, que usa los recursos del género para definir escenas, personajes y emociones. Los personajes más importantes ya habían cantado en anteriores papeles, aunque ninguno tenga una formación reglada en canto, y sus voces suenan naturales pero armónicas, dándole a sus personajes una credibilidad sentida y frágil de la que, en ocasiones, carecen voces mucho mejor preparadas.

Desde el marchoso arranque con So May We Start, pasando por la delicada We Love Each Other So Much, cuyos ecos resonarán a lo largo de la película en diversos momentos, a la más clásica Let's Waltz in the Storm, o al desesperado sonido y letra de Sympathy for the Abyss; Carax nos arrastra por un metraje plagado de símbolos (las manzanas, las cuatro mujeres del coro, la marioneta que representa a Annette...) y de una puesta en escena arriesgada tanto en su contención como en sus exageraciones.

Annette nunca recorre el camino fácil y a menudo, como el propio Henry, amenaza con venirse abajo presa de sus propios excesos, pero siempre consigue salir airosa, incluso cuando en un arranque de pasional fiereza recurre a una puesta en escena casi expresionista del mar embravecido, Carax, el resto del equipo y la peculiar pareja protagonista se apañan para jugar con la tensión y las emociones, para que nada se pierda hundido en esas tempestuosas y fatales aguas. No importa cuánto arriesguen, Annette siempre consigue salir adelante.

Conclusión

Los musicales nunca son para recomendar a todo el mundo. Hay quien los detesta de forma absolutamente irreconciliable, aunque quizá han conseguido entrar en el juego de alguno (quizá Grease, quizá Los miserables, o quizá West Side Story), pero Annette es una película atrevida, apasionada y magníficamente construida, interpretada y realizada. La música, siempre cumplidora, creo que podría captar más nuestra atención en algunos momentos y hay un pequeño segmento central que dura algo más de lo que, en mi opinión, se siente natural; pero, en general, qué hermosas dos horas y cuarto me hizo pasar.


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