Es una gran película. Propagandística, como casi todas las bélicas estadounidenses. Pero si le quitamos ese aspecto patriótico, el film está muy bien llevado por Thomson.
La trama de espionaje, lo difícil de llevar a cabo una misión semisuicida, el conseguir un estado total de suspense, hacen que la película sea casi una obra de arte del cine bélico posterior a la II guerra mundial.
A destacar las actuaciones de David Niven y Anthony Quinn. Que hacen lo que nos han acostumbrado, a actuar como si hubieran sido siempre sus papeles. Como si fueran de verdad un oficial inglés y un partizano.