Historia plana en emociones, que vista hoy día da vergüenza ajena por lo tosca en sus variantes y lo aparatosas que resultan las “actuaciones” por así decirles.
Convengamos que desde las interpretaciones, Tom Selleck es quien consigue salvarse del bochorno, pero no mucho más de ello debido a sus torpezas y sus gestos adustos que apenas resultan expresivos. Gene Simmons como villano es tan impresentable como simpático. Ver a un famoso integrante del grupo KISS haciendo el ridículo en la pantalla grande puede resultar atractivo, aunque más no sea para reírnos un rato.
La historia intenta adentrarse en la ciencia ficción de temática robótica, pero de esa bien berreta y cutre donde hay que poner mucha buena voluntad para creerse los escenarios y donde es imposible que las situaciones impacten. Los personajes tampoco convencen: vemos a un policía patrullar por las calles, operar a una compañera como si de un cirujano se tratase, hacer aportes propios de la división inteligencia, resistir ácidos y todavía tener tiempo en encontrarse otra esposa para que su hijo no crezca sin madre.
Un verdadero delirio de argumento, que si uno no se lo toma a risa, corre el riesgo de decepcionarse y mucho al esperar alternativas propias de la ficción y encontrarse con absurdos e indelicadezas que dan por resultado -y sin proponérselo- un tono cómico.