La principal atracción de la película consiste en juntar a Philip Glennister y John Simm en el pasado (se estrenó en la época de Life on Mars y tenía tirón). Por lo demás, se trata de una película de robos con flashbacks y giros finales ambientada en los ochenta, sin que esto resulte demasiado cantoso: la estética es bastante sobria y el año en el que está ambientada se deduce unicamente por la falta de tecnología de seguridad sin la que la premisa de la película no hubiera sido posible.
Por lo demás, se trata de una historia como podría serlo Snatch de no ser porque en ningún momento tiene intención cómica: los personajes intentan ser realistas, al menos, todo lo que se permite en una trama de robos imposibles, y no hay voces en off ni giros de cámara imposibles. Sin embargo, el resultado final es bastante flojo por lo ambicioso del guión: la película se ahoga por el exceso de flashbacks hasta el extremo de hacer un poco confuso el seguimiento de la historia, de giros finales inesperados, y por la sensación de que todo lo que suceda tiene que estar relacionado, cosa que si en ocasiones resulta inesperado y divertido, esta vez acaba resultando bastante forzado.