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 Un gran reparto (muy de la HBO), en el que nadie destaca por su belleza, y una ambientación terriblemente evocadora (y onírica) son lo primero que me llamó la atención de la serie. La atmósfera pulverulenta, la terrible pobreza que lo asola todo y los dramas que viven las familias acosadas por el hambre y las deudas. Eso es Carnivàle, el argumento central, algo más elevado, es el recurso para llevarnos por un camino lleno de suciedad, muerte y enfermedades; por un camino pobre, sin ornamento ni espacio para el lujo.

Desde el barrio rico donde aparece Justin, hasta los pozos de inmundicia por los que avanza el espectáculo circense de Carnivàle, todo parece cubierto de magia; en una historia con cartas de tarot, posesiones, dominaciones, sueños proféticos cruzados y mucha mucha ruindad miserable.

Unos buenos personajes y un buen guión, configuran una primera temporada muy buena. Con la segunda temporada, no obstante, tengo mis problemas. He de decir, en su defensa, que fue cancelada al término de la misma y que, tal vez, en la mente de sus creadores, todo podría arreglarse con una temporada adicional. El problema reside, bajo mi punto de vista, en que tras 12 capítulos se vuelve al punto de partida de la temporada. Los últimos 10 minutos espero que supusiesen la quema en la hoguera de alguien. "No, no! Vuestra serie no tiene seguimiento", como poco después informaría la HBO como razón de que fuese cancelada, "¿intentamos exprimir el bote un poco más a ver si nos financian una temporada, o le damos digno final aprovechando este fantástico clímax?". E intentaron exprimir el bote. Claro.

La segunda mitad de la segunda temporada me pareció magistral. Un ritmo endiablado, unos personajes que al fin obtenían toda la libertad necesaria que les daba el que los espectadores ya los conociesen y, de repente, ¡zas! En toda la boca. 

Spoiler (marca el texto para leerlo):