Se trata de una serie muy original, tanto por el punto de partida como por el estilo de realización. Lo primero que se puede decir de ella a simple vista es que recuerda muchísimo a Amelie, tanto por el argumento, muy influído por el estilo de cuento de hadas moderno, como por la realización: todo el ambiente es optimista, los colores empleados en la serie son alegres, incluso los de la morgue local , y los personajes, desde los principales hasta los más secundarios, son entrañables dentro de sus excentricidades.
Un rasgo particular de la serie es el uso durante todo el metraje de una voz en off que pertenece al narrador, quien habla de Ned refiriéndose a él como “el pastelero”, y que cuenta la historia de los distintos personajes, ya que todos los que salen en cada capítulo, tienen un relato aparte que contar sobre sus vidas, que por cierto, también son igual de imaginativos que las vidas de los protagonistas: a lo largo de la serie se relatan historias de amor que superan lo imposible, ladrones que reciben su merecido e incluso antepasados que se convierten en lo que son gracias a un golpe de suerte.
No obstante, la mayor desventaja de la serie es también su originalidad, ya que pese a los problemas que presentan los protagonistas en cada capítulo, estos siempre tienen la misma estructura: situación de los personajes-caso particular-resolución de ambos problemas. De hecho, la serie no pasó de las dos temporadas, y bastante cortitas para ser una serie americana, por ese exceso de imaginación. En este caso, quizá hubiera sido mejor no pasarse de ambicioso y limitarse a filmar una serie de una o dos temporadas con el argumento cerrado.
La serie es, visualmente preciosa. Con un eterno tono de cuento que no es interrumpido por la omnipresente muerte. El guión, siguiendo en desarrollo bastatante típico y manido, consigue sobresalir y salir airoso.
Respecto al final... digamos que, al acabar la primera temporada yo ya me había hecho mi película mental de como iban a terminar las cosas. Y, según pasaban los capítulos, mi teoría se confirmaba.
Ahora, gracias al cutre final impuesto por la cadena especializada en defenestrar series, nunca sabré si tenía razón o no.
La serie no fue más larga porque la primera temporada fue truncada por la huelga de guionistas (pasando de 22 episodios a 9) y la segunda, si no me equivoco (que es posible) fue cancelada por la todocancelaciones abc.
La series es original, hermosa, divertida y entrañable, los juegos de luz y de cámara son deliciosos; la música se introduce con soltura en la serie y se amolda a la perfección. La actuación de los protagonistas es destacable, sus personalidades son interesantes y están bien llevadas; los secundarios son personajes bastante trabajados para el tiempo que, en realidad, se les dedica. Los paisajes, las casas, los vestidos... todo ayuda a dar ese ambiente de años 50-60 mágicos del que hace gala la serie y, como ya dice Malpertuis en su crítica, esos colores amarillos y naranjas le dan un toque muy Amelie al asunto. La historia en sí es tópica, es innegable, pero dentro de ese tópico nos encontraremos con un mundo maravilloso y encantador que, al menos a mí, me cautivó capítulo tras capítulo. Tal vez es una serie que gane viéndola en buena compañía, en cualquier caso; tiene escenas bastante dulces.
En cualquier caso, la serie tiene un final demasiado apurado y poco elaborado. Con lo que se deja entrever a lo largo de los capítulos era moderadamente fácil darle un final digno, y sin embargo nos dan un episodio normal, uno más en el tejer de la serie y a modo de epílogo, la voz en off nos da dos cutres pinceladas sobre cada personaje. Me esperaba mucho más del final, la verdad. Sigue siendo una buena serie, sin duda alguna, pero un final tosco siempre afea un resultado.