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A la CW le va bastante bien orientando sus series al público juvenil e incluso le salen series bastante potables como Sobrenatural…aunque el caso de Vampire Diaries se trata más bien de un producto no apto para mayores de 18: institutos, amores de instituto y problemas de instituto.

Vampire diaries está basado en la serie de libros del mismo nombre, obra de L. J. Smith, que aunque vivió un segundo período de éxito gracias a Crepúsculo, su historia es anterior a la de los vampiros Cullen, ya que el primer volumen data del año 91. Y lo cierto es que se le nota, y muchas cosas han tenido que cambiar para esta adopción televisiva realizada en el 2009, y no me refiero unicamente a la diferencia en cuanto a tecnología.

La protagonista, Elena, deja de ser una irritante “doncella de hielo” (jefa de animadoras rubísima, guapísima y egocéntrica), para ser convertida en una chica más bien normal, con tendencia a ser algo más exitosa que el resto, pese a que todavía tiene que lidiar con la prematura muerte de sus padres. Su hermana menor desaparece para ser sustituída por un hermano problemático. Y de Stefan, el vampiro en cuestión, se obvia por el momento su origen en los libros como vampiro del renacimiento italiano para ser un vampiro en busca de la reencarnación de su amada, que para sorpresa de todos (ejem) resulta ser la protagonista. Mención aparte merece el papel de Damon, interpretado por el Boone de Perdidos, seguramente el vampiro malvado más soso que he visto en mi vida. Pero, bueno, a lo que es la serie tampoco se le van a pedir unas actuaciones de Oscar.