Hilda es una niña de pelo azul que vive en una versión fantástica de los países nórdicos en los años 90 rodeada de elfos, trols, gigantes y otras criaturas.
Una tierna y cálida Escandinavia
Todo en Hilda resulta sorprendente. Es una serie llena de una magia cálida y de una agradable paleta de colores. La niña del pelo azul es un encanto y es fácil dejarse seducir por su sentido de la aventura, así como por el resto de personajes que pueblan tanto la casa en mitad del bosque en la que vive inicialmente como esa gran ciudad de Trolberg a la que se muda. Todo lo que presenta Hilda funciona. Salvo excepciones, cada capítulo de unos 25 minutos cuenta una historia cerrada, que puede tocar casi cualquier palo: hay historias divertidas, hay historias ¿terroríficas? (a ver, es una serie para niños, no es Alien, ¿vale?), hay historias románticas y hay historias que van a coger vuestro corazón, pisotearlo, hacer una pira y bailar mientras agonizáis doloridos. Hilda lo hace todo y, de nuevo salvo excepciones, lo hace bien.
Desde luego, parte de la magia de Hilda se debe a sus criaturas fantásticas y, por redundante que pueda ser, a la presencia en sí de la magia en la serie. Los elfos hiperburocráticos, que requieren incluso que se firme un documento de autorización para poder verlos; el peculiar Wood Man, quizá el personaje más Neutral Auténtico que he visto nunca en una serie de dibujos; el precioso y amoroso Twix, el zorro ciervo (¿alguien que haya visto la serie no ha pensado que quiere uno como mascota?) o el romántico gigante de medianoche… Todos colaboran en la creación de esa magia que empapa la cálida Escandinavia de Hilda.
El trato de Netflix
Hilda, una adaptación de los cómics homónimos, escritos por Luke Pearson, llegó a Netflix en 2018 y, sin hacer ruido ninguno, ganó tres premios Annie, incluyendo el de mejor producción animada para niños, el BAFTA de mejor serie infantil y, además, fue nominada al Emmy a mejor serie infantil. No voy a entrar en cómo funciona el marketing en Neflix y en cómo se decide qué se publicita y qué no, lo que daría para su propio artículo; pero la segunda temporada temporada llegó, de nuevo, sin ruido alguno; y volvió a imponerse en los Annie, y esta vez también en los Emmy, como mejor serie de animación para niños. La tercera temporada, y última, de nuevo, llegó a finales de 2023 sin un solo comentario o anuncio al respecto. Y aquí estamos, con quizá una de las series más personales e interesantes que Netflix ha producido desde que inició su andadura como productora de contenido en 2011 y, si me disculpáis por la expresión, no la conoce ni su puta madre.
ConclusiónEn mi opinión, se trata de una de las series más bonitas que he visto nunca. No necesariamente una de las mejores, aunque, sin duda, diría que es muy buena. Hay un capítulo flojo (o malo, directamente) en cada una de sus tres temporadas, lo que tal vez impide que el conjunto brille como debiera si estuviesen dispuestos a meter un poco más de tijera; pero Hilda es una serie preciosa, misteriosa, mágica y tierna; sus personajes son adorables y las relaciones entre ellos están trazadas con gusto; los guionistas saben como jugar con las emociones de los espectadores y en cada una de sus tres temporadas nos encontramos con dos o tres episodios que, probablemente, sean de los mejores estrenos de su año.
De todos modos, voy a ser sincero: no soy imparcial. Hilda me pegó fuerte y es una serie que, por diversos motivos, guardo de forma especial en la memoria; pero creo que, objetivamente, puedo afirmar que, como mínimo, merece la pena echarle un ojo. Quizá, como me pasó a mí, descubráis un mundo mágico y tierno, colorido y apasionado, una cálida Escandinavia llena de elfos, trols, gigantes y otras criaturas… y quizá, como yo mismo, os enamoréis de ella. Ojalá sea así, porque en ese caso os prometo un viaje excepcional.
Es agradable saber que aún se producen series de dibujos animados que son cálidos, infantiles, agradable y sin los vicios que los "mayores" puedan forzar a incluir.
Y lo mejor. Que se hace un sitio y encuentra su lugar por si misma, sin una campaña de anuncios, propaganda o dando codazos al resto.