Un imperio empresarial empieza a derrumbarse cuando los hijos del patrón empiezan a morir uno tras otro de forma misteriosa.
La caída de la casa Usher, que termina la colaboración de Mike Flanagan con Netflix (tras la película El juego de Gerald y las series La maldición de Hill House, La maldición de Bly Manor y Misa de medianoche), es la magnífica despedida que cabría esperar. Con las obras de Poe como inspiración, nos encontramos ante una obra llena de lírica, de una densa atmósfera y de la fantasiosa oscuridad en la que se van sucediendo las desgracias. La muerte es vista como un fenómeno imparable e inhumano contra el que el dinero, incluso la cantidad más desorbitada, no tiene importancia. No significa nada. La muerte, la gran igualadora; el destino final de honrados e hipócritas, de héroes y villanos, de ricos y pobres. Una fuerza de la naturaleza encarnada en una figura concreta, en el diablo, tal vez, en la Muerte… en el cuervo.
Todo ello sigue
la sombra de una familia que dirige un poderoso conglomerado empresarial nacido a partir de la farmacéutica Fortunato, que les reportó una fortuna gracias a la ligodona, un opiáceo que consiguieron comercializar como si no fuese adictivo. ¿Os suena? Supongo que sí. No solo no dejen de llover noticias sobre la crisis de los opiáceos en los Estados Unidos, sino que el tema se ha llevado a la pequeña pantalla en diversas series. Netflix mismo produjo Painkiller y aprovecho para recomendaros la estupenda Dopesick, que podéis encontrar en Disney+.
En mi opinión, pocas series han conseguido crear una atmósfera tan cautivadora. La caída de la casa Usher juega sus cartas con gran destreza. Es fácil que una serie tan textualmente densa resulte cansina, y no lo hace; o que la fantasía se coma al realismo, y no sucede; o que la falta de humanidad de los personajes produzca una distante sensación de frialdad, y consigue evitarlo.
A esto último puede contribuir, y seguramente lo haga, el estupendo reparto que tiene. Especialmente en los referido a los hermanos protagonistas de la serie, Roderick (Bruce Greenwood) y Madeline (Mary McDonnell), así como a Verna (Carla Gugino) y a Arthur Pym (Mark Hamill). Todo el mundo está bien en esta serie, pero estas cuatro personas se comen las escenas y verlos interactuar entre ellos es un verdadero placer.
El magnífico apartado técnico de la serie también ayuda a que el reparto pueda lucirse. Nos encontramos ante una obra oscura y la imagen estará contaminada muchas veces por la oscuridad, con unas luces muy bien medidas y colocadas que permiten apreciar los detalles que Flanagan quiere destacar; aunque algunos de ellos pueden haber sido retocados para resultar más efectista.
Una de las mejores series del año, imprescindible para todos los que disfrutamos de la obra de Poe.
Pues habrá que verla
Me ha gustado la sinopsis de Albos