Series

Todos los capítulos de la serie empiezan con el mismo mensaje sonando durante la cortinilla de créditos: "El espacio: la última frontera. Estos son los viajes de la nave
estelar Enterprise, en una misión que durará cinco años, dedicada a la
exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y
nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido
llegar".

Maniobras de aproximación

Nunca fui muy de Star Wars, que era la franquicia espacial que lo petaba entre mis amigos del colegio y el instituto (aparte de Alien, que sí me gusta mucho), así que, aunque grupos de amigos que hice más tarde sí tenían inclinaciones trekkies, tardé mucho en decidirme a probar con la otra gran franquicia. "Fue necesaria una pandemia y un confinamiento para que te decidieses a verla", como bromeó uno de esos amantes de Star Trek.

Es un poco exagerado. Había visto la primera película de Abrams, y no me había gustado, y había visto cuanto se había estrenado de Star Trek: Discovery, que tenéis aquí reseñada por Falken. Mi opinión sobre esta es, o era con sus dos primeras temporadas, mucho más amable que la suya; seguramente porque iba sin expectativas.

Pero aquí estamos. Hace algo más de un año, confinados y, en mi caso, teletrabajando. Quería algo optimista, amable, divertido e interesante; y decidí que era el momento de probar a conocer a Kirk, Spock, McCoy y los demás. Por empezar en orden. Hubo alguna voz en contra entre mis conocidos: que si la serie había envejecido muy mal, que si mejor empezar directamente por The Next Generation o ver Deep Space Nine que es la que fijo que me iba a gustar; pero soy una persona muy cuadriculada y decidí empezar por la que se había hecho primero.

La televisión ha alcanzado un alarde técnico que hasta hace muy poco era solo propio del cine, pero esto era muy diferente hasta hace nada. Y Star Trek, una serie estrenada en 1966 (como la mítica serie del Batman de Adam West, por poner las cosas en perspectiva), no se ve en absoluto como el cine de los 60. Star Trek: The Original Series es un producto original, valiente y arriesgado. Es imposible obviar la pobreza de sus medios y efectos, el reciclado de escenarios o el tosco aspecto de maquillaje y vestuario; pero ofrece ideas y entretenimiento suficiente para suplir cualquier carencia. Al menos, en su primera temporada. Porque es una serie que va cayendo hasta su cancelación en la tercera temporada, pero ya hablaremos de eso.

Primer contacto

Vi la serie en Netflix, donde figura ese episodio 0 con el capitán Pike que luego fue reutilizado parcialmente en otro episodio con el capitán Kirk. Me pareció que manejaba ideas interesantes y que las desarrollaba de un modo sorprendentemente moderno para la televisión de los 60. Me sorprendió que en el capítulo siguiente el capitán fuese Kirk y nadie comentase nada al respecto, pero vi que el material seguía siendo interesante y decidí no preocuparme de ello. Casi toda la primera temporada me pareció buena. Hay algún capítulo algo aburrido, pero en general se defiende estupendamente.

En cualquier caso, sí que hay aspectos en los que ha envejecido mal: abusa de resolver infinitas situaciones a mamporro limpio (¡y baja a darlos el capitán en persona!, quien además va seduciendo a cuanta alienígena sexy aparece en pantalla) y las mujeres, aunque ocupen roles importantes en la nave, no tienen papeles tan importantes como los protagonistas; pero tiene también muchas cosas muy progresistas. Me alucinó que en un contexto como el de la época creasen una tripulación tan variada: hay hombres y mujeres en el puente de mando, una africana (de los Estados Unidos de África, qué le vamos a hacer) y un japonés; pero no contentos con eso, en pleno contexto de Guerra Fría, metieron también a un oficial soviético. La humanidad en Star Trek ha superado sus estúpidas rencillas y ha dado un paso adelante. Hay problemas con los klingon, el espacio siempre se reserva sorpresas y a veces son sorpresas muy hostiles; pero la humanidad ha dejado de pelearse entre sí y han construido algo más grande basado en la paz y la cooperación.

Me pareció alucinante y hermoso, y lejos del oscuro toque de Discovery, que se rinde a la oscura moda actual rehuyendo el espíritu de la obra de Roddenberry. Era justo lo que quería ver. Además, claro, ya me había enamorado de Spock y McCoy y sus amistosos intercambios de palabras, de la forma casi branaghica en la que Kirk acababa siempre descamisado por las más peregrinas razones... y por las ideas de fondo, muchas veces heredadas de otras conocidas obras de ciencia ficción. Además, capítulos como El equilibrio del terror o La ciudad al fin de la eternidad me convencieron de seguir con ella.

A la deriva en el espacio profundo

Los ratings quizá no fuesen todo lo buenos que la NBC querría, pero triunfaba en el sector demográfico más importante, así que alargaron la primera temporada y encargaron una segunda.

El problema es que la serie se vuelve más irregular a partir de entonces. Todavía sigue teniendo momentos muy buenos, como La máquina del Juicio Final, El problema con los Tribbles o Espejito, espejito; pero lo hace ya intercalando otros episodios menos inspirados. En cualquier caso, los demográficos y una agresiva campaña de cartas le valieron a la serie una tercera temporada; pero, al parecer, la cambiaron de día y de franja a una en la que la
publicidad se pagaba peor, por lo que el equipo disponía de menos
presupuesto para los episodios, y Roddenberry, frustrado, se fue alejando
del proyecto.

La tercera temporada tiene las horas más bajas de la serie y solo se salva ocasionalmente. Es una pena verla así cuando uno ya se ha encariñado con los personajes y con lo que cuentan. Estamos acostumbrados a que estas cosas sucedan cuando las series se alargan (no quiero mencionar ninguna serie, pero seguro que todos os hacéis una idea de buena serie que se quemó con el paso de siete, ocho o doce temporadas), pero el cambio en Star Trek: The Original Series es vertiginoso. Me costó acabar de verla, la verdad; aunque debo decir que las películas que la siguieron me quitaron el mal sabor de boca.

Conclusión

Pese a que la temporada final me dejase un sabor amargo y la idea de que era una cancelación lógica; el viaje a bordo de la Enterprise con Kirk al frente me resultó placentero. Fue una inesperada y alegre vía de escape a un momento oscuro de encierros entre las noticias de muerte, el ruido de palmas en los balcones y los carteles en las ventanas. Ahora, en otro momento oscuro, he vuelto a pedir asilo en la Enterprise, esta vez en la capitaneada por Jean-Luc Picard. Parece un estupendo lugar en que esperar a que se calmen las tempestades, algo que probablemente no convenga hacer en la Discovery.