Se trata de una serie anterior de los creadores de Psychoville. Y no por ser más antigua es menos raras, porque lo es, y mucho. Durante los primeros episodios es difícil reírse hasta que se comprende la intención paródica de toda la historia, ya que hacen muchas referencias cinematográficas (especialmente a El hombre de mimbre, e incluso una muy inesperada a El exorcista) al ambiente de las películas de suspense acerca de pueblos “con secreto” y sobre todo, a la narrativa popular de misterio británica, con sus personajes extraños y sus pueblos cerrados. Esto último se nota principalmente en el matrimonio Tattisyrup, que parecen recién salidos de Dunwich (es el único pueblo endogámico y siniestro que me venía ahora a la cabeza) y especialmente Papa Lazarou, el siniestro propietario del circo ambulante: nada menos que Reece Shearsmith con la cara pintada como un actor de vodevil, vestido de una forma que podríamos identificar como “brujo haitiano” según las películas y hablando un extraño idioma medio africano, medio francés que se va inventando sobre la marcha.
La estructura de las temporadas varía muchísimo: en la primera temporada recuerda a una comedia negra de sketches en la que el hilo conductor es la construcción de la carretera y los intentos de Benjamín Denton para salir de ese pueblo. La segunda es pura parodia del género de terror, y además de El hombre de mimbre, se reconocen perfectamente el Frankenstein clásico y alguna que otra película de la Hammer que seguramente se me escapa. La tercera es sin duda la más arriesgada, ya que se centran en cada episodio en un personaje (finiquitados ya los más populares en la temporada anterior) y abandonan definitivamente el “suspense” para parodiar libremente el drama y las series corales.
El humor es muy negro y sin concesiones: a lo largo de la serie se pueden ver homosexuales alemanes, tortugas volando, vacas finiquitadas y mucho más, gracias a la poca maña del veterinario local. El tratamiento que le dan es tan absurdo y teatral que solo acaba llevando a la risa, o a poner cara de disgusto.
Una curiosidad: en el último episodio de la tercera temporada sale nada menos que Christopher Eccleston, antes de convertirse en el primer doctor Who moderno, haciendo de dueño de un teatro para gatos.