Después de seis meses, hoy vuelvo a sentarme para escribir otra opinión literaria, de una nueva novela. Se trata de Astérope I: La casa del paseo marítimo, coescrita por Mónica Gutiérrez (Aliosha aquí en Comunidad Umbría) y Kiko León (Cusa), de quien ya reseñé la especialísima Nictofobia: Noviembre y la araña de sombra. Como hice en aquella ocasión, tengo la intención de que estas líneas sirvan no solo para expresar mis impresiones personales del libro, sino también para orientar a quienes las lean y que puedan hacerse una idea de si esta novela es para ellos. Sin spoilers, por supuesto.
Yendo de lo general a lo particular, y como el «I» de su título ya anuncia de antemano, esta Astérope es únicamente la primera parte de la que me consta que va a ser una larga saga de lo que podríamos denominar fantasía contemporánea. Sin embargo, como a menudo sucede con la ficción de estos dos autores, dicha catalogación se queda corta en matices; del mismo modo podría ser descrita como una obra de ciencia ficción, misterio y terror sobrenatural, drama juvenil, e incluso tiene tintes policíacos, por solo mencionar algunas posibilidades.
Astérope es un país imaginario, una isla del Mediterráneo donde se descubrieron las ruinas de la ciudad de la Atlántida hace apenas un siglo. Pero lejos de ser una tierra extraña e inaccesible, Astérope es un país cosmopolita, un destacable destino estudiantil y turístico con su propia lengua, el asteropés, sus bandas de música y sus científicos ilustres, con bellas y pintorescas ciudades costeras donde los jóvenes se van de fiesta todos los fines de semana. Y a pesar del interesante telón de trasfondo que dan las ruinas atlantes, el misterio de Astérope no va (en principio) por esos derroteros. Hace veinte años, un experimento científico que pretendía replicar las condiciones por las cuales la luz es capaz de viajar en el espacio sin ser absorbida por la radiación circundante tuvo un resultado insospechado: un contacto real e irrefutable con el más allá. Al saberse empíricamente que lo sobrenatural existía, se empezó a dar crédito y aceptación a hechiceros, chamanes y videntes. Ahora, dos décadas más tarde, acaba de inaugurarse la Facultad de Estudios Esotéricos, donde la primera promoción está a punto de iniciar su curso.
Los protagonistas de Astérope son un grupo diverso de jóvenes de todo el mundo que, dotados de capacidades especiales, van a estudiar en la F.E.E. Por supuesto, no tardarán en toparse de bruces con una serie de terroríficos misterios y abrumadores descubrimientos acerca de la realidad y de ellos mismos, que pondrán en peligro sus vidas y que podrían tener unas repercusiones incalculables para el mundo. La caja de Pandora se ha abierto, y ya no hay vuelta atrás.
Muy a destacar es el modo en que los personajes de Astérope, tanto los principales como los secundarios, están narrados. Cada uno de ellos se ha escrito con tanto detalle, amor y humanidad que tenemos la impresión de encontrarnos ante personas reales, con sus miedos, sus conflictos no resueltos, sus historias ocultas que poco a poco se van desgranando. Ante todo, son muy individuales y diferenciados, hasta el punto de que casi parece que Mónica y Kiko se vayan pasando la pluma (o el teclado) cada vez que el punto de vista pasa de un personaje a otro. No descarto en absoluto que sea el caso. De un modo u otro, el contraste entre los protagonistas se hace notar desde el primer momento, dando lugar a un elenco muy creíble con el que nos identificaremos inmediatamente.
La propia isla de Astérope es, por otro lado, como si fuese un personaje más. Llama mucho la atención que, lejos de ser un mero decorado de fondo, tenga su propia historia, su cultura, su arquitectura, su idioma, sus influencias. Más allá de eso, las sublimes, extensas y evocadoras descripciones de cada una de las escenas que transcurren en Astérope hacen que casi podamos ver la luz de sus puestas de sol mediterráneas, oír la algarabía de la gente de sus calles u oler el aroma de las flores de sus campos. Un auténtico lujo en el que merece la pena recrearse sin prisa; el nivel de detalle es fascinante.
Por supuesto, Kiko y Mónica no podían dejar escapar la ocasión de aprovechar esta obra para hacer un interesantísimo comentario social acerca de la humanidad, de cómo los diferentes puntos de inflexión de nuestra historia nos han hecho ir dando bandazos de un lado a otro en direcciones que muy pocos habrían podido anticipar, de esos momentos de tal impacto que nos cambian como cultura y como especie.
Pero ante todo, a pesar de sus muchos otros valores, Astérope es una novela de aventuras sin complejos. Sin menoscabo de sus momentos más siniestros y aterradores o de la plausibilidad científica de sus elementos más fantásticos, se trata de una historia fresca, entrañable y muy entretenida, un vistazo a aquellos tiempos en los que, sin importar lo difíciles que pareciesen las cosas, la juventud y, sobre todo, la Amistad (con A inicial mayúscula) nos hacían invencibles. Esa sensación de hermosa nostalgia no me ha abandonado mientras recorría las ciudades de Astérope, un país que nunca pisaré si no es en sueños pero que, a pesar de ello, me es inexplicablemente familiar y querido.
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