Un nuevo grupo de lictores al servicio del Emperador Imperecedero se preparan para librar la batalla contra las Bestias de la Resurrección y Harrowhark Nonagesimus, última lictora, debe aprender a dominar sus poderes mientras lucha con la locura que devora su mente, con su debilidad física y con el insoportable rechazo que le produce su espada. ¿Qué pasa tras el destrozado telón de la mente de Harrow?
Y entonces llegó el Caos
Si bien Gideon la Novena desafiaba la convención literaria actual en determinados aspectos, como os comentaba hace unos días en su reseña, Harrow es un texto mucho más atrevido y diferente. Tamsyn Muir ha decidido jugar duro y tener al lector preguntándose qué demonios está pasando hasta casi el último momento.
No se trata de un texto sencillo y probablemente algunos lectores no lo disfruten; hay mucho caos en su sucesión de capítulos que a menudo alternan entre la tercera persona y la segunda, capítulos en los que en algún momento empieza a haber usos puntuales de una primera persona que va creciendo hacia el final. Creo que es normal, por ello, que haya quien entre en su juego y lo disfrute, y quien rechace la propuesta de Muir y, prácticamente, sufra con casi cada capítulo de la novela hasta que, ya cerca del final, empieza a dar explicaciones y entendemos qué se estaba contando. Me gusta pensar que en ese momento también entendemos por qué se contó así, claro.
Trauma, locura, desolación y culpa
Y es que en Harrow suceden muchas cosas de forma algo atropellada. Por un lado tenemos a una protagonista rota que intenta dar sus primeros pasos como brazo armado del Emperador, que ya sabemos, por lo narrado en Gideon, que son tremendamente poderosos; pero también conocemos en mayor detalle al resto de lictores y al propio Nigrolord supremo, que se llama John (lo que resulta divertidísimo contando los nombres tan extravagantes del resto de la mayor parte de personajes).
A lo largo de los capítulos de la novela, iremos conociendo los tejemanejes entre los lictores y el estado de la guerra contra las Bestias de la Resurrección, y se nos darán pinceladas del pasado de John, el hombre que creó la nigromancia y se alzó como una especie de dios de la misma. Todo ello mientras asistimos al berenjenal que tiene Harrow en la cabeza, un berenjenal en el que tienen cabida muchas cosas, gran parte de las cuales no son entendidas por la propia protagonista: ¿qué es el Cuerpo?, ¿por qué el olvido?, ¿qué pasa con sus poderes?, ¿qué paso con su proceso lictoral?, ¿qué pasó con Gideon?, ¿por qué se alternan las personas en los distintos capítulos?. Para mí fue uno de los puntos fuertes del libro, cómo Muir va dando la información y dejándonos digerirla a la vez que la procesa la protagonista. Creo que el efecto de la incomprensión está fantásticamente conseguido.
En conclusión
En mi opinión es una novela que puede maravillar a ciertos lectores y dejar frío a otros muchos. A mí me ha flipado. Creo que Gideon tenía hueco de mejora, aunque me encantase la lectura, pero hay muy poquito que cambiaría de Harrow, a lo que, sin duda, ayuda una traducción, de nuevo a cargo de David Tejera Expósito, que me pareció divertida, natural y actual. Me
dio la sensación, también, de que esta vez había menos problemas de
revisión, aunque hay unos cuantos.
Me gustaría contar más cosas, pero con una novela que juega de forma tan descarada con el misterio de qué está pasando, creo que es mejor que lo descubráis en sus páginas.
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