Nona trabaja en el colegio en el que da clase el Ángel y su tarea favorita es sacar a pasear a Fideo, un pequeño perro con seis patas. A Nona le encantan los perros, su familia (Pyrrha, Camilla y Palamedes) y sus amigos del cole. Al fin y al cabo, el mundo se está yendo a la puñeta (si es que acaso podemos afirmar que no lo ha hecho ya), un francotirador podría pegarte un tiro en cualquier momento y, encima, tiene pesadillas con una mujer con una calavera pintada en el rostro.
Un mundo ensangrentado
No a todo el mundo le gusta el Emperador Imperecedero. Sangre del Edén ya se presenta en Harrow, pero es en Nona donde la organización terrorista (según consideran el Emperador y los miembros de las Casas) adquiere protagonismo. La cuestión es: ¿cómo puedes enfrentarte al poder aparentemente inconmensurable del Nigrolord supremo?
Esta vez tenemos, fundamentalmente, dos clases de capítulos: los protagonizados por Nona, que forman un dulce, encantador, retorcido y nigromántico coming-of-age en un mundo espantoso sumido en una devastadora guerra, y los protagonizados por John, en los que le cuenta amistosamente a Harrow cómo se convirtió en el Emperador Imperecedero y todo lo que tuvo que hacer para ello. Los primeros son dulces y tiernos, como Nona: son capítulos centrados en la peculiar familia de Nona, en los anómalos amigos de Nona y en el Ángel. Y en Fideo. La mayor parte de estos capítulos son cuquis y tristes. Los de John son… a veces morbosamente graciosos, a veces frustrantes hasta la desesperación (¡se cortan en el mejor momento!) y a veces, solo a veces, éticamente comprometidos. Algo me dice, no obstante, que explayarme en esto sería hacer un spoiler terrible, así que me aguantaré las ganas.
Amor, reflexión y nigromancia
Creo que el amor, en sentido amplio, es más importante en Nona que en el resto de entregas de La tumba sellada, que el texto hace mucho hincapié en los sentimientos de la protagonista, pero también en los de otros personajes, como Camilla y Palamedes o como Pyrrha. La familia de Nona está detalladísima y, en mi opinión, algunos de los momentos más inspirados de la novela están protagonizados por esos secundarios. Hay un par de momentos entre Cam y Palamedes que aún pican ahora, en un recuerdo que ya empieza a nublarse un poco con el paso de las semanas.
La novela no es tan caótica como Harrow, y, aunque sea evidente que Muir ha decidido volver a mantener al lector en la ignorancia gran parte de la obra, no existe esa sensación de que no nos estamos enterando de nada. Es, más bien, que nos hace ser (muy) conscientes de que hay cosas que no sabemos, de que hay cabos que no estamos siendo capaces de atar. Nada más. Y nada menos, claro.
Sabor de últimos compases
La tumba sellada iba a terminar con su tercera entrega, aunque decidieron separar el último tomo en dos para que cada uno siguiese teniendo una extensión similar y no acabase en un mamotreto de 1200 páginas. Es cierto, por tanto, que el final llegará con Alecto la Novena, supongo que el año que viene (que ya no queda mucho 2024 que digamos), pero en Nona hay muchos elementos que huelen a disposición final, y Muir, que es me parece una escritora estupenda y tremendamente eficaz, lo coloca todo con el mismo buen hacer que demostró en las anteriores entregas.
¿Qué cabe esperar de Alecto? Pues no lo sé, la verdad. Supongo que cabe esperar diversión y lágrimas, ingredientes que parecen ser muy del gusto de la autora. A mí, sinceramente, La tumba sellada ya me ha dado mucho más de lo que esperaba cuando empecé a leerla y me encontré con Gideon. Sinceramente. No imaginaba el viaje que me esperaba y difícilmente podría haberme gustado más.
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