[I]“Bajo la sombra de las murallas de la antes populosa ciudad de Mitterburg, hacinados en sus cloacas, un grupo de hombres y mujeres desarrapados se congregan en torno a una improvisada hoguera. Hubo un tiempo en el que fueron llamados héroes, príncipes o eruditos. Ahora pordioseros y gentes de mal vivir.[/I]
[I]Apartas la mirada de las llamas mientras buscas un trozo de madera con el que alimentar el fuego. No puedes evitar observar a tus compañeros. Cada vez sois menos. La peste verde se ha llevado a unos cuantos. La vida como aventurero ha hecho el resto.[/I]
[I]La hoguera crepita y las chispas vuelan al recibir su combustible, iluminando unos rostros sombríos faltos de toda esperanza. Un grito resuena en la distancia. Nadie parece escucharlo.”[/I]
Los protagonistas de esta partida formarán parte de un grupo mal llamados “aventureros”, vagabundos sin oficio ni beneficio que arriesgan su pellejo adentrándose en recónditos agujeros donde nadie en su sano juicio osaría a poner un pie. Su recompensa: un puñado de sucias monedas o alguna reliquia enterrada. Su esperanza: sobrevivir para poder contar la historia.
Busco entre [B]2 y 4 voluntarios[/B] para formar parte de esta aventura corta. Además, debido a la crudeza de las descripciones y a las posibles escenas de violencia la partida será [B]18+[/B]. Será una partida de [B]ritmo lento[/B] (entre 1 y 2 post semanales), aunque puede cambiar dependiendo del ritmo de los jugadores. El sistema de juego estará basado en [B]Powered by the Apocalypse[/B]. Más concretamente se trata de un hack de su versión “Dungeon World”, adaptado para ajustarse a las características de la ambientación. No hace falta conocer las reglas para participar.
Los interesados debéis enviarme un [B]MP[/B] con un [B]concepto de personaje[/B] y un [B]ejemplo de turno[/B], pero con una peculiaridad: debéis narrar [B]cómo vuestro personaje muere[/B] de manera miserable en alguna galería olvidada. Aquellos que estéis familiarizados con las reglas de PbtA sabréis que los personajes se crean de manera conjunta durante el prólogo de la aventura. La muerte de este personaje será simplemente una prueba de escritura con la que poder evaluar a los posibles candidatos.
"Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en estas oscuras galerías. Dad media vuelta aquellos que buscáis una muerte segura. No hay recompensa para aquellos que osáis pertubar las entrañas de esta tierra maldita. Olvidad el tacto del sol, el calor de una caricia, el sabor de la fruta o el aroma de las flores. Se trucarán en frío, dolor, sangre y carroña. Olvidad todo lo que creíais conocer sobre la vida y sobre la muerte. Tú eres polvo y en polvo te convertirás."
Un grupo de mal llamados “aventureros” entra en escena, vagabundos sin oficio ni beneficio que arriesgan su pellejo adentrándose en recónditos agujeros donde nadie en su sano juicio osaría a poner un pie. Su recompensa: un puñado de sucias monedas o alguna reliquia enterrada. Su esperanza: sobrevivir para poder contar la historia.
"Bienvenidos aquellos que tenéis hambre y sed de justicia, pues bajo este techo quedaréis saciados. Juegos de azar, la mejor compañía y los brebajes más fuertes que podáis encontrar en este lado de la ciudad pueden traer consuelo al cuerpo más cansado. Y tras una noche de desenfreno, una cama mullida y a disfrutar de un sueño conciliador. Siempre y cuando puedas permitírtelo, claro."
Una tregua. Un lugar donde expresarse abiertamente y olvidar por un momento las penurias del viaje. Una mesa en la que sentarse y hablar un poco de todo y de nada. Bienvenidos a la taberna. Poneos cómodos y pedid algo de beber. Invita la casa.
"Se os prometió que llegaríais a ser grandes héroes, sabios, maestros y eruditos. Patrañas. Tras años hacinado entre estas cuatro paredes he aprendido algo: aquí todos somos escoria. Aquellos que lo nieguen se mienten a sí mismos. Aquellos que lo acepten cargarán con el cadáver de uno de estos engreídos. Más vale vivir como un cobarde que perecer por un ideal vacío y caduco. Una vez aprendida esta primera lección podemos proseguir con la segunda: cómo adentrarse en la oscuridad y no morir en el intento."
Si algo hay cierto es que la vida y la muerte no hacen distinción de etnia, cuna, gestas y religión. Algunos, sin embargo, se empeñan en alzarse contra este destino, aún cuando los hados no parecen estar muy de su lado.
"Las campanas repiquetean en lo alto del campanario. Es medianoche y el eco de unos pasos cansados resuena junto a las columnas del claustro. Pocas almas buscan ya consuelo entre los polvorientos bancos y los descoloridos retablos de la abadía. El abad, un hombre tan viejo como los toneles que descansan en las bodegas y tan consumido como las velas que arden junto al altar, abre las puertas de la iglesia con una mano mientras con la otra aferra las cuentas de un rosario. La luz de las antorchas iluminan su pálido rostro. El cortejo fúnebre ha llegado."
Aquellos que aún conservan su fe, así sea del tamaño de un grano de mostaza, encuentran asilo entre las maltrechas murallas de lo que fuera en su momento centro de peregrinación. Un lugar donde reina el silencio. Donde no llegan a escucharse los gritos.
"Hubo un tiempo en el que las calles de la ciudad bullían de actividad. Ahora los postigos están cerrados y las puertas tapiadas cubiertas de una gruesa capa de polvo. Carromatos cargados abandonan la urbe. Pero el repiquetear de los cascos sobre el camino anuncia la llegada de un visitante inesperado."
La ciudad está maldita y nadie quiere residir en un lugar así. Nadie salvo los locos, los depravados y los desesperados. Quizá todos los que nos encontramos hoy aquí seamos una pizca de cada.