A lo largo de la orilla rompen olas turbulentas,
los soles gemelos se hunden tras el lago,
las sombra se alargan
en Carcosa.
Extraña es la noche donde brotan negras estrellas,
y extrañas lunas que orbitan a través de los cielos,
pero aún más extraña es
la perdida Carcosa.
Las canciones que las Híades han de entonar,
donde flamean los andrajos del rey,
deben morir sin haberse escuchado
en la penumbrosa Carcosa.
Canción de mi alma, mi voz está muerta,
muere tú, sin ser cantada, como lágrimas derramadas
se secará y perecerá en
la perdida Carcosa.
La canción de Cassilda en EL Rey de Amarillo.
Acto 1, Escena 2.
Durante mi enfermedad compré y leí por primera vez El Rey de Amarillo. Recuerdo que después de terminar el primer acto me pareció que sería mejor que parase. En un impulso lancé el libro a la chimenea; el volumen chocó contra la pequeña verja y aterrizó delante del fuego, abierto. Si no hubiera vislumbrado las primeras palabras del segundo acto, nunca lo habría terminado, pero cuando me agaché para recogerlo, mis ojos se clavaron en la página abierta y con un grito de terror, o tal vez de una emoción tan desgarradora que me atravesó el cuerpo, se lo arrebaté a las brasas y me deslicé temblando hasta mi dormitorio, donde lo leí y releí, y lloré y reí y temblé con un horror que a veces me asalta todavía.
Robert W. Chambers, El reparador de reputaciones
CAMILLA
Usted, caballero, debería quitarse la máscara.
Extraño: ¿Es eso así?
CASSILDA
Ciertamente, ya es hora. Todos nos hemos desprendido de nuestros disfraces salvo usted.
EXTRAÑO
He venido sin máscara.
CAMILLA
(Aterrorizada, en un aparte a Cassilda)
¿Sin máscara? ¡Sin máscara!
La canción de Cassilda en EL Rey de Amarillo.
Acto 1, Escena 2.