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Baldur's Gate: Siege of Dragonspear

Fantasía Rol
Por Albos

Caelar Argent ha iniciado una cruzada que azota la Costa de la Espada y amenaza con destruirla a su paso hacia el Castillo de Dragonspear. Las fuerzas combinadas de Aguas Profundas, Puerta de Baldur y Daggerford se preparan para la batalla y necesitan al héroe de Puerta de Baldur para liderar la expedición. ¿Estará este a la altura de las circunstancias?

Lo bueno y lo malo del camino ya trazado

Tan solo dos años separaron el lanzamiento de Baldur's Gate, del que hablamos recientemente, del de Baldur's Gate 2, del que espero que hablemos en algún momento; pero la expansión del primero que conectaba con el último hubo que esperar 16 añitos. El problema, claro, es que en ese tiempo todo cambió mucho y, entre otras cosas, las expectativas sobre qué hacían grande a un juego también habían cambiado.

Siege of Dragonspear, desarrollado por Beamdog, un estudio formado por extrabajadores de BioWare, reutiliza el motor Infinity de Baldur's Gate, por lo que está claro qué cabía esperar en ese apartado. Es una jugada a la vez lógica y extraña: por un lado, siendo el juego un pasillo entre los eventos del final del primer Baldur's y el inicio del segundo, usar el motor con el que se desarrollaron ambos parece razonable; por otro, usar un motor con casi 20 años de antigüedad, ¡una eternidad en el mundo del videojuego!, suena, como mínimo, arriesgado. En cualquier caso, creo que Beamdog hizo un muy buen trabajo mecánico: el motor está explotado para ofrecer una experiencia increíblemente amplia: desde unos cuantos combates masivos a unos enemigos que juegan mucho más con los estados alterados o la consunción de niveles y características, algo de lo que el primer Baldur's carecía.

No obstante, si bien esta expansión (que ofrece entre 20 y 30 horas de juego) luce un buen apartado mecánico, falla en otros aspectos. Quizá sea por tener menos libertad, al fin y al cabo debía conectar dos momentos fijados casi dos décadas atrás; no es lo mismo crear libre que rellenar un hueco con unos límites definidos. En este sentido, Siege of Dragonspear se siente… pasillero y encorsetado, «vete aquí y haz X». Voy a mojarme y decir que esto no me parece un problema importante, pero ¿sabéis qué sí me parece importante? Que los personajes se sientan vivos, que las líneas sean divertidas y el desarrollo de las tramas sea coherente. Aspectos en los que, en mi humilde opinión, esta expansión fracasa.

¿Y tú quién eres?

Un aspecto que me resultó increíblemente frustrante es que nuestros excompañeros no tengan más que un vago recuerdo de nosotros en el mejor de los casos. Esos personajes a los que hemos llevado con nosotros durante las aproximadamente 50 o 60 horas de aventura nos reciben como si hubiésemos cruzado dos palabras una tarde en una reunión con amigos en común. Neera, a la que estaba romanceando en BG, ¡no se acordaba de mí! Qué golpe al ego gamer. En fin, tonterías aparte, creo que rompe la magia, esa suspensión de la incredulidad que nos hace sentirnos el protagonista de un juego de rol, hasta cierto punto, muere si se produce una disonancia muy grande entre lo que pasa y lo que es razonable que pase, y en este caso, para mí, esa magia se disipa por completo.

Además, dado lo pasillero del juego, cabría esperar un desarrollo muy pulido de la historia, pero tampoco. Los motivos de Caelar llegan demasiado tarde, especialmente para una persona que tiene esos motivos, no es malvada (no exactamente) y nos necesita. Las opciones de diálogo están ordenadas casi en todo momento desde la opción más pura a la opción más por-la-noche-como-niños-y-me-baño-en-su-sangre. Hay veces que me preguntaba por qué un personaje maligno iba a decir tamaña estupidez. Es malo, no (necesariamente) imbécil.

Conclusión

Creo que nos encontramos ante un contenido mediocre. Interesante por su apartado mecánico así como por completismo, además de por lo desafiante de algunos encuentros; pero difícilmente puede decirse que un videojuego de rol que falla en su lado narrativo sea un buen producto. Es, como me gusta decir, un meh.


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