Item Descripción Valor

CAPÍTULOS

Tras la escena inicial, los jugadores pasarán a narrar los capítulos.

Cada capítulo es el flashback de uno de los muchos eventos que conducen al momento final. Durante los capítulos, los jugadores construyen una historia de amistad, confianza, amor, envidia, celos, odio y dolor entre los dos personajes. Este relato debería mostrar las personalidades de los samuráis y desvelar la razón que hay detrás de su duelo.

Al final de cada capítulo, ambos jugadores tiran sus dados de elección para ver quién sale victorioso. El ganador obtiene ventajas, que son vitales para el final. El perdedor gana puntos de odio.

Será el jugador activo el que actúe como DJ del capítulo. Cada capítulo se crea de la siguiente manera:

1. Coge (o no) una virtud.

2. Declara el tema del capítulo, inspirado o basado en la carta de virtud cogida.

3. Establece la escena (y un personaje clave).

4. Juega el capítulo.

5. El clímax del capítulo.

6. Finaliza el capítulo.

Se deben jugar al menos tres capítulos para abordar los tres temas clave, cada capítulo contará con un jugador activo que será el primero 

ESTRUCTURA DE UN MOMENTO ÚNICO

A diferencia de la mayoría de los juegos de rol, en Un momento único, los jugadores no comienzan creando un personaje. Empiezan la partida determinando cuál es la escena inicial.


La escena inicial

Cada jugador utiliza su turno para construir la base de la historia, así como los primeros indicios de a quién interpreta. Los jugadores no crearán, todavía, un personaje completo: solo responden a una serie de preguntas clave que ayudarán a dar forma a la escena inicial de la partida.

Si la historia de la sesión fuese como una película, se parecería a esos filmes que comienzan presentando la batalla definitiva (es decir, por el “final de la historia”). Sin embargo, en lugar de revelar el desenlace de esa pelea, la escena se desvanece para mostrar al espectador, mediante flashbacks, cómo se ha llegado a este punto. Esta es la sensación que debe transmitir la escena inicial del juego.


Los capítulos

Durante los capítulos de la historia, cada samurái tiene la oportunidad de introducir un flashback, relatando un suceso protagonizado por ambos personajes. Cada uno de estos momentos pasados refleja una de las virtudes del bushido y puede (o no) contener la participación de otros personajes o personajes clave. Estos pueden ser momentos de pasión, venganza, celos o, incluso, amor.

Los capítulos están destinados a construir la narración de lo que sucedió entre los dos personajes, así como ampliar lo que fueron y son. Una partida estándar de Un momento único cuenta con cinco capítulos en total, tres de ellos con temas clave como parte de la narración, una corta puede contar con sólo tres capítulos centrándose en los temas clave.

Cada capítulo termina con uno de los dos samuráis obteniendo lo que quiere. Esto se refleja como una serie de ventajas que reciben y que alimentan su determinación de ganar al final. El perdedor, sin embargo, obtiene puntos de odio, que también pueden impulsar su deseo de ganar en el gran final, pero trae consigo el peso de las cicatrices, que podrían cambiar el curso del destino.

Para una partida corta, tres capítulos es un buen número, ya que nos permitirá mostrar los temas clave.

En partidas más largas, ni siquiera hay un límite máximo al numero de capítulos. Podéis narrar tantos como deseéis, o hacer que cada capítulo dure una sesión completa de juego. Esto hace que vuestra partida se parezca más a una serie de televisión que a una historia breve.

De todos modos, recordad: independientemente del número de capítulos de vuestra historia, aseguraos de que cada uno de ellos importe.


El gran final: Un momento Único

Una vez que el odio, las cicatrices y las ventajas encuentran su propósito, todos los eventos pasados conducen a este momento final, situado en el presente. La muerte nos muestra su amarga sonrisa. Se juega el momento único y ambos samuráis nos revelan cómo todo nos conduce a un final, probablemente, amargo.


Epílogo

Unos añadidos finales, donde atar los cabos sueltos o, quizás, contar la moraleja de la historia que acabamos de relatar.